A comienzos de la década de los 90, Llorenç Serra Ferrer encontró petróleo en la cantera. Rebuscando en las catacumbas del Lluís Sitjar, el técnico pobler descubrió a un puñado de jugadores que con el paso del tiempo se auparon a la cima del fútbol balear.
Procedentes en su mayoría del Cide -eterno rival de La Salle, que había dirigido Serra Ferrer-, el entrenador del Mallorca apostó sin titubeos por una Quinta que interpretó un papel protagonista en la final de la Copa del Rey de 1991, el mayor éxito del Mallorca de aquella época.
Sin la maquina de Son Bibiloni todavía en funcionamiento, Serra Ferrer se la jugó con un puñado de canteranos que no tenían a su disposición las instalaciones de la actualidad, pero sí la ilusión de fender la camiseta del Mallorqueta .
El primero en recibir el bautismo fue Miquel Angel Nadal, un centrocampista total que apenas contaba para el filial, pero al que Serra le dio toda la confianza con una alternativa de órdago... en el Camp Nou. Incrustado en la sala de máquinas, aquel chaval de pelo rebelde y un físico privilegiado, mostró sus dotes desde el estreno. Después de cuatro campañas, el Barcelona pagó 200 millones de pesetas -le había costado 2 al Mallorca- y vestido de azulgrana alcanzó sus mayores éxitos. Tras retornar al club balear en la campaña 1999-00, colgó las botas al comienzo de la 2004-05.
Al año siquiente, Serra volvió a apuntar con su brújula al equipo nodriza, para entregarle los trastos a Marcos Martín, un medio de apenas 20 años que había destacado en el Cide. Acusado de ser un jugador frágil en sus inicios, posteriormente se convirtió en un centrocampista fuerte y de raza. Tras la final de Copa, se marchó al Sevilla, retornando a la Isla en el verano de 2000. Disputó 171 encuentros con el Mallorca en la nobleza.
El pobler tiró de nuevo del filial en la campaña 1988-89, con el equipo en Segunda, y la apuesta le salió redonda. Gabriel Vidal marcó un gol clave para el ascenso en la promoción ante el Espanyol.
Para completar el círculo, Paco Soler y Del Campo -también procedentes del Cide- irrumpieron con descaro en la Liga. El primero fue campeón olímpico, jugó 168 partidos; el segundo, sólo intervino en 9 partidos y se marchó al Sevilla.
Serra también bautizó en la nobleza a los Crespí, Molina, Magín, Toni Prats o Pepe Gálvez.