Un golpeo de Rivillos desde el punto de penalti, después de un partido de fútbol sala épico y más de dos horas y media de emociones al límite, acabó con un cuarto de siglo de lágrimas y desgracias. Con 25 años de frustraciones. Con una maldición que parecía que iba a perdurar en el tiempo –nueve tandas de penaltis habían acabado con los jugadores agachando la cabeza– y que acabó con la conquista del trofeo más preciado del continente ante el Sporting de Portugal que llegaba a la Isla como el candidato número uno al título. El destino le tenía reservado al Mallorca Palma Futsal un giro de guión inesperado.
Después de tantos sinsabores desde los seis metros, la espera desembocó en la conquista de la Copa de Europa en un escenario como el Velòdrom Illes Balears entregado a la causa y con más de 5.200 aficionados que estallaron de júbilo cuando Rivillos zanjó la final. Es la gran coronación de un club que ha sabido esperar su momento y que jamás ha arrojado la toalla. Ni siquiera en los malos momentos la entidad ha dejado de creer y de soñar en grande. José Tirado ha continuado el legado de Miquel Jaume. Arropado por Antonio Vadillo, con tipos dentro del vestuario como Tomaz Braga –llegó para una prueba de quince días y lleva más de una década– o Carlos Barrón que ayer cambiaron las lágrimas de decepción por las de alegría en una noche para la la leyenda. El fútbol sala le debía una y ayer el Palma se las cobra todas juntas. Con la Champions. Su primer título. Casi nada...