Medio siglo después, el recuerdo de la masacre que tiñó de sangre los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 sigue presente en la memoria del deporte, pero especialmente en la ciudad alemana y en Israel, víctimas de la acción terrorista del grupo Septiembre Negro, que asaltó en la madrugada del 5 de septiembre la Villa Olímpica, haciéndose con once rehenes, todos ellos técnicos y deportistas del equipo israelí. Durante horas, el mundo entero miró hacia la capital bávara y corrió peligro la continuidad de un evento que, pese a dejar un macabro balance de diecisiete muertos (los once rehenes israelís, un policía y cinco de los terroristas), siguió adelante bajo una enorme polémica sobre la conveniencia moral de seguir adelante con unos Juegos que pasaron a la historia por esta triste acción.
Un episodio que forma parte de la historia negra del olimpismo y del que fueron testigos, en mayor o menor medida, los dos deportistas mallorquines que participaron en aquellos Juegos de Múnich. El tirador Damià Cerdà y el baloncestista Rafa Rullán recordaban para Última Hora, coincidiendo con el estreno de la película con la que Steven Spielberg recreó aquellos acontecimientos, unas horas de enorme tensión en la Villa y en el devenir de los deportistas.
Quien más cerca vivió la tensión fue Damià Cerdà, quien conocía personalmente a alguno de sus protagonistas y recuerda especialmente «los treinta minutos» que estuvo encañonado por la Policía alemana «porque me confundieron con un terrorista, porque en verano suelo tener la piel muy morena y eso les pudo llevar a un error», recordaba el deportista, de 82 años, para quien los terroristas accedieron con gran facilidad a la Villa «porque seguro que tenían a alguien infiltrado dentro», añade.
Tiene presente, además, el temor por la vida de un entrenador rumano, amigo suyo. Por ello, Cerdà puso rumbo hacia el edificio donde se alojaban la delegación israelí. «Cuando me enteré, fui hasta allí, hacia la planta baja gracias a un paso subterráneo», acompañado por el también tirador español Jaime González Chas. «La imagen era escalofriante. Estaba todo lleno de sangre, con las camas deshechas y un deportista muerto. Que me encañonen es una anécdota, pero la imagen de mi amigo muerto en la alambrada no se me olvidará nunca...», relataba Damià.
En ese momento, intervino la Policía alemana, encañonando al mallorquín durante «treinta minutos», aseveraba Cerdà. Hasta que un oficial, «al que conocía», acudió en su ayuda. «Les dije que había venido a ver a un amigo, pero no me creyeron, no se fiaban de nosotros ni de nuestras acreditaciones. Menos mal que conocía a aquel agente, que sino...», prosigue el olímpico en Múnich 72, sus únicos Juegos.
Desde una mayor distancia fue testigo de esos hechos Rafa Rullán, leyenda del baloncesto balear y español e integrante de la selección española que compitió en aquellos Juegos. «Desde el edificio del equipo italiano veíamos el escenario de la tragedia», recordaba para este diario el pívot internacional. «Lo recuerdo perfectamente. Estábamos al tanto de todo, incluso podíamos diferenciar las sombras de los terroristas y cómo se movían las cortinas», explica Rullán.
«Raimundo Saporta -por entonces vicepresidente de la Federación Española de Baloncesto- nos sacó de la Villa para aislarnos», prosigue, a la vez que confiesa que «existía mucha incertidumbre y en cualquier momento podíamos ver que pasaba algo», zanjaba un Rullán que, junto a Damià Cerdà, formó la representación de deportistas baleares en los Juegos de Múnich 1972, en los que el hexacampeón mundial de pista, Guillermo Timoner, fue también seleccionador nacional de ciclismo.