Llevaba tiempo con el año 2020 marcado en rojo en su agenda, con los Juegos Olímpicos y la lucha por esa preciada medalla en el punto de mira. Pero el coronavirus, la crisis sanitaria y sus consecuencias también se interpusieron en el camino hacia el gran sueño de Mario Mola Díaz (Palma, 1990). El tricampeón mundial de triatlón ha visto alterado su libro de ruta y pasa página pensando ya en el próximo verano. Aunque mantiene la esperanza de poder completar una temporada de mínimos, ya sin el Europeo, pero con algunas mangas de las Series Mundiales todavía activas en un calendario que le ha llevado a pasar, tras muchos años, el verano en casa. En Mallorca se entrena junto a Carolina Routier y ha vuelto a hacer del hotel Viva Blue uno de sus centros de operaciones ante el ansiado retorno a la competición.
¿En qué ha cambiado su vida toda la situación vivida a lo largo de los últimos meses?
— Desde que terminó el confinamiento, hemos entrenado con normalidad y el día a día no ha variado tanto. Es cierto que no lo hacemos junto al resto del grupo y que hacía años que no pasaba el verano en Mallorca, pues entre carreras y la concentración en Font Romeu, me era imposible. Pero el gran cambio es no tener un objetivo claro, que es la competición. El trabajo se centra en ello, pero un deportista necesita objetivos y nosotros, por ahora, no los tenemos claros al 100%.
Debía ser un año olímpico y lleno de alicientes y va camino de ser uno de transición...
— A día de hoy, siguen en pie las Series Mundiales de Hamburgo, que puede estar en la cuerda floja, y las de Montreal. La prueba de Bermuda se aplazó y no se ha cancelado. Pero, insisto, no es fácil. Este parece que será un año de transición. Al principio, no piensas que el parón sea tan largo, pero con el paso de las semanas, ves que será difícil que haya un calendario definido. A tres o cuatro semanas de volver a competir, no lo sabemos. Y así, marcarse unos objetivos específicos creo que es martirizarse. Machacarte pensando en una carrera no tiene sentido cuando no sabes si se va a poder celebrar.
Además, a usted le cogió la crisis sanitaria lejos de España.
— Nos marchábamos a Estados Unidos y no sabíamos realmente el alcance real de la crisis. Pensábamos que allí podríamos entrenar, pero todo empeoró y tuvimos que volar de nuevo hacia España, cambiar de planes, confinarnos y asumir la situación. Fueron unas semanas, a nivel físico y psicológico, estresantes y muy agotadoras.
¿Le afecta ver aplazado también ese gran objetivo para el que lleva cuatro años entrenando, como era Tokio 2020?
— A día de hoy, es una prueba que se ha pospuesto y está prevista, aunque ya dentro de un año. El sueño se ha trasladado de fecha y tendremos que resetear nuestra planificación y adaptarla a ello. Ahora, tendremos que esperar un año más y deberemos tomar ahora impulso pensando en 2021, con esa fecha en nuestro horizonte.
¿Cuesta asimilarlo?
— En el momento actual, un año más no tiene que cambiar nada para mí. Hay que mirarlo desde otra perspectiva. Llevábamos muchos años de viajes y competiciones. Este 2020 debe ser un año para coger aire y ser conscientes de que todo será diferente, no podremos competir como querríamos. Pero no hay que darle muchas más vueltas a estas alturas ya.
¿Se plantea la posibilidad de que, definitivamente, pudieran cancelarse los Juegos si la situación no mejora y no hay vacuna?
— Por supuesto. Hay noticias e informaciones de todos los colores. Lo más positivo es que se trabaja en esa esperada vacuna o en una solución sanitaria. Pero también hay que pensar que puede ir para largo. Todos esperábamos una segunda oleada en otoño y parece que este verano tenemos más casos de los esperados... Es difícil hacer planes y debemos estar preparados por si en 2021 no hay solución. Entiendo que no es fácil juntar a tanta gente y de tantos lugares diferentes como la que mueve unos Juegos Olímpicos. Los objetivos hay que tenerlos, pero no puede ser esclavo de ellos. Deben ser una motivación más.
Equiparándolo a una temporada normal, ¿en qué momento se encontraría ahora mismo?
— Intentamos mantener una forma óptima, aunque en el tiempo resulta complicado. Al final, son la competición, los viajes y esa tensión los que te hacen mantener esa chispa. Cuando llevas 7 u 8 meses sin carreras, la cosa ya se eterniza. No puedes tener una pretemporada indefinida. Marzo y abril fueron meses de confinamiento y, desde junio, hemos empezado una pretemporada progresiva. Como si fuera de diciembre a febrero o marzo en un año normal. Hay gente que mantiene un nivel más elevado, pero nosotros tenemos nuestra estrategia y forma de trabajar.
Con el calendario previsto, ¿cree que habrá que tener en cuenta los resultados de 2020?
— Tendremos unas Series Mundiales reducidas y pocas pruebas en el horizonte... Todos sabemos que será un año especial, muy diferente a lo que esperábamos meses atrás, y ojalá que haya un campeón del mundo y de Europa, sería buena señal para todos y para nuestro deporte. Pero, ahora, es difícil pensar en ello y conviene trabajar en el día a día con motivaciones y objetivos en el horizonte.
Tuvo que realizar un trabajo extra para evolucionar en el segmento de natación. ¿Le han penalizado estos meses sin poder disponer de piscina?
— Sin duda, ha sido la parte más difícil de suplir. Pude hacer trabajo de gimnasio, rodillo, gomas... Pero el agua es fácil de perder y difícil de ganar. No me quiero imaginar lo que habrá sido para los nadadores profesionales, pero dos o tres meses sin poder lanzarte a una piscina, resulta duro por ser un medio especial y por lo que te exige.
¿Cómo afecta psicológicamente un parón de estas características?
— Cada uno lo ha asimilado y lo ha llevado de una manera diferente. Nosotros hemos optado por adaptarnos a la realidad, tirar de imaginación, de los medios que teníamos e intentar no perder la forma. A mí no me ha hecho falta tirar de herramientas virtuales y nuestro entrenador se ha adaptado perfectamente a las necesidades de cada atletas. Al principio, en algunos países podían ir a la piscina y nosotros no. Pensabas que tenían ventaja, pero la evolución de los acontecimientos hizo ver que había que amoldarse a una situación extraordinaria y en la que había prioridades a muchos niveles.
¿Se hicieron duros esos días hasta que se confirmó el aplazamiento de los Juegos?
— Lo vimos con buenos ojos, pero nosotros teníamos que seguir entrenando porque no se habían aplazado y era una cita que se mantuvo hasta que ya fue imposible seguir adelante. Pero veías que era difícil, y más viendo lo complicado que resultaba poder entrenarse. Se tenía que tomar una decisión al respecto, porque esa duda y esa situación no podía prolongarse eternamente.
¿Con qué se daría por satisfecho Mario Mola una vez acabado este 2020 tan atípico?
— A nivel de competiciones y resultados, la verdad es que no me he obsesionado. No he pensado más allá de lo que es el presente y lo que estamos viviendo ante esta situación de excepcionalidad. Sí que creo que hay que aprovechar este momento para hacer cosas a las que antes no le prestabas tal vez tanta atención y mejorar en las facetas que creas oportuno desarrollar. Particularmente, intento cuidarme, hacer gimnasio y seguir mi rutina de entrenamientos sin obsesionarme con las carreras, porque creo que este año no tiene sentido hacerlo. Día a día, semana a semana y cubriendo etapas.