Los deportistas baleares tiran de paciencia e imaginación para sobreponerse al obligado encierro en el que se han visto envueltos con motivo de la crisis sanitaria generada por el COVID-19. La gran mayoría ha regresado a las Islas para pasar estos días de reclusión obligada con su gente, y algunos de los que tienen su residencia en la Península, llevan lo mejor que pueden estas maratonianas jornadas de incertidumbre.
En especial para quienes están preparando la clasificación o ya tienen plaza para los Juegos Olímpicos de Tokio. Nadie quiere parar, aunque las circunstancias obliguen a no poder ejercitarse en gimnasios, polideportivos, piscinas, o ni tan solo salir a la calle o rodar en bici. Este último caso muestra ejemplos de adaptación como el del pistard menorquín Albert Torres, que ha optado por la solución del rodillo. Menos restricciones tienen en Andorra, donde Lluís Mas todavía puede salir a rodar «un par de horas», pero el grueso de su preparación la realiza en casa, al igual que Enric Mas.
Más afortunado es Nicolau Mir, que vive en el mismo edificio donde se ubica el cuartel general del Xelska y puede acceder al gimnasio sin necesidad de pisar la calle. Allí, el internacional tiene todas las comodidades para ejercitarse dentro de la normativa. Por contra, su compañera Cintia Rodríguez ha convertido el salón de su casa en un improvisado escenario de entrenamiento, donde ayer realizó una sesión de estiramientos y ballet, que hoy compartirá con sus seguidores a través de las redes sociales.
Quien ha mostrado enorme capacidad de adaptación a las circunstancias es la atleta Caridad Jerez, que ha hecho de la terraza de su casa una improvisada pista de atletismo, con sus correspondientes vallas. Otros como el nadador Joanllu Pons o el piragüista Marcus Cooper Walz resisten en sus domicilios y buscan alternativas.
Los regatistas del Real Club Náutico de Palma han optado por las nuevas tecnologías como aliadas en estos momentos, realizando entrenamientos con regatas virtuales.