La pequeña Alemania que es Mallorca por estas fechas vivió como pocos rincones un partido que tardará en olvidarse. Sin apenas tiempo de calentar motores y empezar a entonar los primeros cánticos, la parroquia germana fue celebrando uno por uno la cascada de goles que en media hora provocaron el éxtasis. La euforia, mezclada con sorpresa e incredulidad en algunos casos, ante algo que costaba creer. Alemania estana humillando a Brasil, a la pentacampeona, ante la torcida. Una noche histórica. Una borrachera... de goles, cerveza y cánticos que se prolongó hasta la madrugada. Incluso alguno apuró hasta la salida del sol.
Porque lo de anoche es para recordar. No por la traumática despedida del anfitrión en un choque que se convirtió en un paseo, un trámite para el rodillo alemán. El que dejó para los anales el partido que hizo llorar a todo un país, una afición. El ‘Maracanazo' está permanentemente presente en la memoria colectiva del pueblo brasileño. Incluso estaban preparados para revivir la historia. Con lo que no contaban era con cerrar el quiosco en semifinales.
Euforia desmedida era el sentimiento reinante en la Platja de Palma. Extendido a otros frentes germanos de la isla, donde la fiesta se alarga, al menos, hasta el domingo. Espera una final especial, caliente y en la que este resultado ha disparado la euforia y las expectativas.
También se disparó el consumo de cerveza. Qué mejor manera que refrescar una de las noches más felices para una generación que puede ver, al fin, coronada a Alemania campeona del mundo. Era la cara alegre de una semifinal que durante la segunda parte alargó la fiesta.
Sabiendo que en la final puede pasar cualquier cosa y el golpe incluso sería más doloroso después del ‘subidón', los seguidores alemanes celebraron como si del título se tratara la proeza de anoche, la gesta de unos jugadores cuyos nombres corearon hasta la extenuación tras un triunfo que se notó, especialmente, en las cajas registradoras.