Fiel a sus tradiciones, el Mallorca ha vuelto a instalarse en su residencia de verano. Después de engrasar las piernas en los campos de la ciudad deportiva, los de Manzano se acomodaron ayer en su cuartel general tirolés para iniciar la fase más dura de la pretemporada y abrir la ventana del curso 2009-10. Durante los próximos trece días, el conjunto isleño exprimirá las ventajas de un entorno privilegiado y empezará a construir su nuevo edificio. El contador ya está a cero.
Antes de llegar a Kössen (Austria) y alojarse en las dependencias del hotel Sonneck, los bermellones tuvieron que soportar una intensa matinal de desplazamientos por tierra y aire. La expedición, en la que destacaba un grueso de 27 futbolistas, llegó a primera hora de la mañana a Son Sant Joan para embarcarse en el estómago del Air Berlín que les trasladó a Munich después de atravesar el cielo de los Alpes.
Después de casi dos horas de travesía aérea y unos 150 kilómetros de viaje por carretera, la plantilla y el cuerpo técnico recibieron la calurosa bienvenida de la familia Thaler, que aguardaba al grupo entre pancartas y muestras de agradecimiento. Además, los futbolistas se encontraron con otra agradable sorpresa: la temperatura. El grupo se olvidó inmediatamente del asfixiante calor palmesano y mientras disfrutaba de la primera comida del 'stage' el termómetro marcaba algo menos 20 grados, que se presentaban, además, acompañados de una fina y tímida lluvia. Nada nuevo por estas latitudes
A diferencia de otros años, se echaron en falta las caras nuevas. Aunque conserva una parte importante del plantel del curso pasado y el número de efectivos es mucho mayor que el de otras ediciones, el Mallorca inicia la estadía austríaca sin haber concretado una sola incorporación. Las bajas de Moyà, Scaloni, David Navarro, Cléber, Arango y Jurado han sido cubiertas con futbolistas del filial y con los jugadores que consumieron el último año cedidos en otros clubes de Segunda y Segunda B. Es el caso de Nauzet Pérez, Javi y Dani Castellano, Martí Crespí, Alberto López, Tuni Adrover, Óscar Díaz, Sergi Enrich, Javi Guerra o Víctor Casadesús. A todos ellos se unió a última hora el catalán Sergio Tejera, que acaba de comprometerse con la entidad isleña para las cuatro próximas temporadas.
Formado a caballo entre las categorías inferiores del Espanyol y el Chelsea, el mediapunta, que el mes pasado ascendió a la categoría de bronce con el Mallorca, ocupó la vacante abierta por Dani González, traspasado el pasado fin de semana al Udinese italiano. En cualquier caso, ninguno de los mencionados anteriormente tiene el sitio garantizado. Ni mucho menos. Todos están pendientes de lo que ocurra a partir de la semana que viene con la llegada del nuevo propietario y eso ha enrarecido en exceso el ambiente de la concentración, que no tiene nada que ver con el de campañas pasadas. El equipo llega dispuesto a trabajar, pero nadie quiere perder de vista los acontecimientos que se desarrollan entre la capital balear y Madrid. Los rumores sobre el nuevo equipo de trabajo de Carlos González presiden todavía la mayoría de las conversaciones.
La formación rojilla tardó muy poco en desplegar los bártulos para ponerse en marcha. Después de cargar las pilas en los comedores del Sonneck y disfrutar de una siesta reconfortante, el Mallorca se dividió en dos para empezar a sudar. Un grupo, formado en su mayoría por los futbolistas que apenas se habían ejercitado hasta ayer, se desplazó al bosque más próximo al hotel para recorrerlo en un par de ocasiones. El otro, en cambio, irrumpió sobre el campo del Sportcenter para seguir avanzando. Tocaba volver a empezar.
Pero las interrogantes afloran en el grupo y lo hacen de forma numerosa. Ni están todos los que son ni son todos los que están. Habrá cambios, será inevitable, y Manzano y los suyos lo saben. Si el año pasado el 'culebrón Davidson' explotó en plena concentración, este año es diferente. Carlos González inyecta ilusión, pero por delante queda mucho tiempo por hacer.