Roberto Morales|BLOEMFONTEIN
En 24 horas los internacionales españoles han digerido el fracaso de ser apeados de la final por un rival como Estados Unidos, en una cura de humildad que ha servido para hacer autocrítica y crecer desde la derrota con la mente puesta en el gran reto, el Mundial 2010.
Nadie esperaba el varapalo sufrido ante Estados Unidos. Cogió tan descolocada a la expedición española que hasta los jugadores tendrán que compartir habitaciones en Rustenburgo. Las suyas eran individuales. En Johannesburgo. Donde tenían todo reservado para disputar la gran final ante Brasil.
Si algo ha caracterizado a la España de los récords, a la generación de oro del fútbol español, es además del ambiente de unión, de la familiaridad del grupo, el respeto máximo por el rival. Ningún internacional lo admite. Pero la falta de nombre de sus contrincantes en la Confederaciones les hizo mirar directamente a la final. Ilusionarse con el sueño de demostrar a Brasil quien es la mejor selección del momento.
Se olvidaron de que en el fútbol, hoy en día, cualquier rival bien colocado, con potencia física y velocidad te puede complicar las cosas si tienes uno de esos días en los que ni jugando tres horas más serás capaz de meter gol.
La «mala fortuna» o la ausencia de la «suerte que si tuvimos en la Eurocopa», como dice Iker Casillas, es lo que le faltó a una selección que chutó en 29 ocasiones y que lanzó 17 saques de esquina, pero a la que dos errores defensivos garrafales sentenciaron.
Los temores de Vicente Del Bosque del inicio de concentración se confirmaron. A la hora de la verdad no llegó el físico tras una temporada cargada. Y el futuro incierto de algunos jugadores les hizo sufrir en sus horas libres. David Villa es el ejemplo de una situación que afectaba también a Alvaro Arbeloa, Raúl Albiol, Cesc Fábregas, David Silva, Xabi Alonso y Dani Güiza. Internacionales pendientes de una llamada.
Nervios
España dejó imágenes nunca vistas en sus tres años invicta. Los reproches de Villa a Xavi Hernández tras un pase cortado y la posterior bronca de Xabi Alonso no son escenas habituales. El nerviosismo se fue apoderando según fue creciendo la impotencia.
La única cara feliz era Albiol. Se le escapaba la sonrisa, radiante por su fichaje por el Real Madrid. Otros aún mascaban el cabreo, como Joan Capdevila y Sergio Ramos, por sus errores en los dos goles. O Cesc por su cambio. «Es cosa de jerarquías», resume con impotencia sin querer faltar el respeto a su entrenador.
La frase más repetida, «menos mal que ha pasado en la Confederaciones y no en el Mundial», resume el día después de una selección que se había olvidado del amargo sabor de la derrota. De un grupo que no ha sabido manejar su nuevo rol de favorito. Y los futbolistas agradecen no llevar colgado el cartel dentro de un año.
Llega de nuevo un partido ya vivido, ante el anfitrión. Un encuentro que, aunque no lo digan en voz alta, nadie entiende. La final de consolación será un castigo. Del Bosque alineará a los menos habituales. El equipo no distará mucho del formado por Reina, Puyol, Albiol, Marchena, Arbeloa, Busquets, Cesc, Cazorla, Mata, Güiza y Llorente. Más el debut en la segunda parte de Diego López.
El Mundial 2010 de Sudáfrica es el gran reto. España lo comienza a mirar con la cabeza alta tras la derrota. Los jugadores destacan que cayeron jugando su fútbol. Sin cambiar de identidad. Hacen autocrítica por la falta de pegada y la endeblez defensiva en un solo día que ha costado cara.