Gonzalo Castro Irizábal (Trinidad, Uruguay, 1984) lleva el fútbol metido en el cuerpo. Probablemente, porque el balón siempre ha formado parte de su familia. Su hermana Juliana, por ejemplo, milita en el Rampla Juniors y además de ser una habitual en las selecciones uruguayas, ya ha sido señalada como una de las jugadoras con más futuro del balompié charrúa. En cualquier caso, quien le inyectó la afición a ambos fue su padre, que jugó a nivel amateur en el Porongos, un modesto club del interior del país. Él es el auténtico Chori, ya que el mayor de sus cuatro hijos, el mismo que ahora triunfa sobre la alfombra de Son Moix, siempre ha sido conocido entre los suyos como el Chori chico.
Puede que sus últimas actuaciones hayan sorprendido al mallorquinismo, pero en Uruguay esperaban el despegue de Castro desde hace tiempo. Más que nada, porque a raíz de su llegada al primer equipo del Nacional (2002) su progresión siguió un ritmo frenético. Con el conjunto de Montevideo, donde actuaba normalmente como delantero (allí conoció a Webó), se ganó la confianza de el ex seleccionador Jorge Fossati, que le hizo debutar con el combinado en un amistoso ante España disputado en El Molinón (agosto de 2005). Poco después sería elegido mejor jugador del campeonato uruguayo (2006) y Pasarella reclamaría su fichaje para el River Plate, aunque Paco Casal (el agente que aún posee un porcentaje de sus derechos) no llegó a cerrar el acuerdo y aplazó su salida. En Mallorca, a donde llegó hace un año y medio gracias a la confianza de Nando Pons (le ató hasta junio de 2012), nunca lo ha tenido fácil para echar a volar. Sin embargo, parece que su suerte ha cambiado. El Chori chico se ha hecho mayor.