No se entiende que un once diseñado para defender, con ocho jugadores por detrás del balón y dos islotes arriba, encaje un gol a la contra a los 2 minutos y pierda 0-2 al cuarto de hora. No se explica que el técnico hable de valentía en las vísperas y aparezca sobre el césped un equipo temeroso y encogido. Resulta inexplicable que el mejor hombre ofensivo (Jurado) permanezca en el banquillo hasta el inicio del segundo acto y que Manzano mantenga los tres centrales hasta el minuto 75 con 0-3 en el marcador... Todo este desorden del Mallorca fue aprovechado por un Real Madrid ramplón que apenas necesitó encender el botón de Robben para imponer su calidad y meter en el saco los tres puntos más fáciles de toda la temporada (0-3).
La tarde fue un carrusel de incongruencias. El día que Manzano escogió para amontonar defensas, el Mallorca recibió la mayor goleada del curso en casa. El grupo isleño defendía por acumulación y no por anticipación. Además, resulta incoherente rellenar el campo con jugadores de corte defensivo y encajar todos los goles a la contra. Dos de ellos, precedidos de sendos córners a favor...
Apenas empleó 2 minutos el Madrid para echar por tierra todo el embalaje ultradefensivo que había instalado Manzano con una contra de libro. Saque del portero, dos pases y gol. Así de sencillo. Así de fácil. La acción arrancó en un córner a favor del Mallorca que cabeceó Ramis a las manos de Casillas. Iker telegrafió un pase con la mano a Raúl, éste miró por el retrovisor a Higuaín, que lanzó un preciso centro a Robben. El holandés controló con la cabeza, se subió a la moto y retrató a Aouate, que debutaba en la Liga con la camiseta bermellona, con un toque sutil por debajo de las piernas. Apenas habían transcurrido 120 segundos y el guión que había entregado Manzano ya no servía para nada. El Mallorca se encontraba con el marcador en contra y un planteamiento ultradefensivo. ¿Y el plan B? Aún lo están buscando...
El gol facilitó el trabajo del Madrid. Vivía a placer. Jugaba en cámara lenta y el plano sólo se aceleraba cuando los focos iluminaban a Robben. La pesada zaga indígena temblaba cada vez que Arjen tocaba el balón. Sobre todo Ramis, al que las alocadas subidas de Corrales le dejaron sólo ante el peligro.
Más por desidia mallorquina que por méritos madridistas, cayó el 0-2. Higuaín se coló por el centro de las trincheras y ejecutó el pase de la muerte para que Raúl adornara su partido 500 en Primera con un gol de espuela. Un taconazo con la derecha de lujo que hizo estallar a la mayoría merengue instalada en Son Moix. Quedaban todavía 75 minutos por delante y el triunfo blanco se daba por hecho. Dos llegadas, dos goles. Y la tercera, otro Robben contra el mundo que acabó con un pase de la muerte a Higuaín y una buena intervención de Dudu.
Con 0-2, el Madrid se tumbó a la bartola, mientras que el Mallorca sólo incordiaba a base de faltas o córners, un recurso muy mezquino para un equipo sin respuestas que jamás dio la sensación de alterar su destino.
En la sala de máquinas, la potencia de Lass -el Madrid parece haber encontrado al nuevo Makelele- y el trabajo de Gago, que contaron con un colaborador de lujo como Raúl, alejaban al Mallorca del peligro.
El segundo tiempo no alteró nada. El grupo isleño dio un pasito con la entrada de Jurado, aunque atrás seguían los tres centrales. ¿Para qué? Nadie lo sabe. No hubo noticias hasta un disparo de Arango que rozó el larguero. Fue la única ocasión del Mallorca. El Madrid se despertó de su siesta para matar el partido en otra contra. Robben, que se había recreado ante Aouate unos minutos antes, chutó al poste. La jugada prosiguió con un centro de Gago que Sergio Ramos, en fuera de juego, remachó. De ahí al final, nada de nada. Bueno sí: Manzano retiró a un central con 0-3 y en el minuto 75. Un cambio que llegó tarde. Demasiado tarde.