Lluís Orfila |MAO
Nada que hacer. El Madrid impuso la historia, la lógica y, sobre todo, una aplastante superioridad en los rebotes y en el acierto de tiro, al margen de mostrar una mayor intensidad defensiva. Todo ello cercenó, desde los albores del duelo, cualquier vía para la esperanza. Sigue el ViveMenorca sin ganarle al gran tirano blanco "ayer de morado" y sin ser eso preocupante, sí debe serlo el modo en que el grupo de Ricard Casas claudicó.
Atenazados e intimidados, los pupilos del manresano ni tan sólo derrocharon esa garra que en infinidad de ocasiones pretéritas les había caracterizado, independientemente del perfil del rival. Ante el rey de Europa, tal vez fue precisamente la envergadura y el peso de la camiseta madridista lo que provocó un alarmante, por lo pobre, porcentaje exterior, epicentro alrededor del cual giraron todos los males de un Menorca espeso, sin chispa ni confianza.
Erráticos Stojic y Bazdaric "fallaron entre ambos 13 triples", incapaz Eley ante el genial Felipe Reyes, ni tan solo la magia de Pooh Jeter apareció para rescatar las miserias de un Menorca que evidenció estar a años luz del Madrid. El mahonés Sergio Llull dio un clinic de dirección, turnándose con Pepe Sánchez y Raúl. Bullock no brilló como antaño, pero hizo daño cuando su equipo lo precisó, al igual que Mumbrú y Tomas. Equipo de lujo, aderezado con Massey y Reyes, que hicieron de la zona su coto privado. Fue imposible, y mucho antes de alcanzar el final quedó patente.
Desde los primeros instantes el Madrid dominó la situación. Un canastón de Llull ubicó el 4-4, siendo esa la última igualada que registró el electrónico. Un superlativo Reyes, que sumó 10 puntos en apenas ocho minutos, guió a los de Joan Plaza hacia sus primeras rentas (4-10, 7-15). Casas se vio obligado a llamar a capítulo a los suyos, introdujo a Ivanov por un desconocido Stojic, y pareció reactivarse el Menorca (18-21 al cierre del primer cuarto tras triple de Boisa).
Pero resultó un espejismo. La fortaleza interior de los blancos y la nulidad de ideas en ataque por parte local auguraban una fractura en el tanteo, que llegó justo antes del intermedio (de un 27-30 se pasó al 35-44 que gobernó el marcador en el descanso).
Las mínimas expectativas que albergaba la afición local se desvanecieron en el tercer parcial. El Menorca se estrelló contra sus constantes yerros lejanos (0/8 desde los 6.25 en ese intervalo), lo que menoscabó paulatinamente su moral, más frágil de lo habitual por otra parte, y aupó a los capitalinos. Un espectacular mate de Llull ejemplificó la superioridad madridista, y con un inalcanzable 49-65 se inició el último cuarto, que se significó por parámetros muy similares al anterior.
El Menorca obnubilado en ataque, inferior en la pintura y en el juego de bloqueos, únicamente pudo limitarse a observar como los de Joan Plaza gestionaban con sabiduría e inteligencia su renta hasta el final (65-80). Demasiado Madrid.