Si la defensa debe representar el principal armazón de un equipo, las grietas se divisan en los cimientos del Mallorca. Gregorio Manzano sigue sin encontrar la solución que permita cerrar la herida abierta en defensa, la pócima que logre detener una hemorragia abierta desde la primera jornada y que parece agravarse en las últimas semanas.
A pesar de ese varapalo inicial en Mestalla, el conjunto isleño supo contener el vendaval para llegar al quinto capítulo del curso con el botín de goles a favor y en contra igualado (5-5) y unos números aseados. Por aquella época, el Mallorca se mantenía en la zona media-alta (9º) con 8 puntos de los 15 posibles y una sola derrota.
Desde entonces, todo ha cambiado. El derrumbe es generalizado y el equipo ha pasado de divisar el cielo a sentir el calor del infierno. Principalmente por su endeblez defensiva. Y es que los números no mienten. En las siete últimas jornadas, los porteros no han parado de achicar agua.
En ese intervalo, que coincide con el bajón, ha recibido nada menos que 14 goles, mostrando una media de 2 tantos encajados por partido. Ese promedio obliga al equipo a un sobreesfuerzo en ataque. A marcar tres goles si quiere ganar el partido. En esos siete últimos partidos, el Mallorca sólo ha sido capaz de ganar uno (5 de 21 puntos). Precisamente cuando ha logrado sellar su portería y mantenerla a cero, ha generado dividendos: dos victorias y un empate. En los nueve encuentros restantes ha encajado al menos un tanto con especial incidencia en las primeras partes y, fundamentalmente, en la media hora inicial.