Fernando Fernández|PEKÍN
El baloncesto tiene mucho que agradecer a Rudy Fernández. Casi tanto lo que él le debe al deporte que es su vida, que le ha permitido hacer realidad un sueño de su infancia y que le presentó ante el mundo como uno de los hombres a seguir en un futuro. Porque el presente se le queda pequeño al escolta mallorquín, al que los partidos como el de ayer le motivan casi tanto como poder vestir la elástica negra de los Blazers. Seguro que Nate McMillan ya se esperaba una actuación así, pero por si acaso, ya le ha recomendado «que disfrute de unos días de descanso, que después de lo que he hecho me los merezco», explicaba Rudy sobre su breve conversación con el que será su entrenador en los Blazers.
El exterior formado y crecido como baloncestista en Sant Josep Obrer, y pulido como estrella en el Joventut tiene previsto empezar a sudar en Portland a partir del día 30, pero ya se ha encargado de avisar a sus futuros rivales de quién es el mallorquín volador. «Quiero jugar, si voy allí es para eso. Me da igual el planteamiento que tengan conmigo, quiero minutos», aseveraba Rudy tras el partido de su vida. Tal vez no llegó con el oro al cuello, pero esa plata sabe a gloria y premia un día perfecto.
Acabó eliminado, desquiciado por un arbitraje para olvidar y agotado por el mismísimo Kobe Bryant. «Era un momento caliente, ves que hay faltas que no nos han pitado, y encima no puedes ayudar a tus compañeros», recordaba ahora con una leve sonrisa en los labios y la plata al cuello. Y es que se lo puso difícil al astro angelino, al igual que a Wade para intentar taponar el mate imposible que puso en pie a Wukesong y alteró los nervios de Estados Unidos, que hallaron en el balear (22 puntos, con 5 de 9 en triples, 2 rebotes y 2 asistencias) a una pesadilla. Y eso que Aíto le tuvo sentado todo el primer cuarto y buena parte del tercero. Sabía cuándo podía llegar su momento, y Rudy supo escuchar a su mentor.
Hizo de base, subiendo el balón, de escolta tirador, incluso de pívot barriendo balones sobre el aro. ¿Se le puede pedir más? «Ha sido increíble, y más contra Estados Unidos. En muchos años no se verá un partido igual», decía el número cinco de los Blazers, que confesó haber «disfrutado mucho. Nos hemos dado cuenta de que podíamos y hemos plantado cara a una selección muy grande».
Su aportación ha sido resolutiva a lo largo del torneo olímpico. Aíto sabía que quería ser importante, que debía serlo, y le ha dado cancha en su justa medida. Tras Pau Gasol ha sido el jugador más utilizado (22:06 minutos por partido) y el segundo máximo anotador (13'1 puntos por partido).