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Pekín´08 / Ciclismo

El sueño de Joan

Los Juegos han convertido al pistard mallorquín en un personaje imprescindible que atesora en sus vitrinas los momentos de mayor gloria para el deporte del Archipiélago

F.Fernández|PEKÍN
El sueño olímpico de Joan Llaneras viene de lejos. Sabedor de que los Juegos son el gran escaparate de su deporte, y pese a su cartel estrella en la pista, el ciclista mallorquín siempre ha tenido una especialidad debilidad y ha apuntado a esta cita como punto de referencia de su planificación. Además de los títulos mundiales que atesora (siete), sus tres medallas olímpicas, dos oros y una plata, ilustran la debilidad del de Porreres por una cita que le ha acabado de consagrar como uno de los mejores deportistas universales de la historia. Cuatro participaciones, desde Atlanta hasta Pekín, forman su currículo olímpico. Salvo en los Juegos del centenario, en todos ha salido con una medalla al cuello. Y siempre en la puntuación, especialidad que ha centrado siempre su puesta a punto, aunque siempre le ha gustado hacer doblete en la americana. Curiosamente, nunca pudo repetir pareja en la Madison, un factor que puede haber sido determinante a la hora de impedirle, al menos hasta el próximo martes, poder incluir su nombre en la historia olímpica de esa modalidad que le ha visto coronarse tres veces campeón del mundo, con dos compañeros de viaje: Miquel Alzamora (1997) y el desaparecido Isaac Gálvez (1999 y 2006). El propio Gálvez (Sydney 2000), Alzamora (Atenas 2004) y Toni Tauler (Pekín 2008) han sido sus elecciones, aunque puede que la tercera sea la buena para un Llaneras que quiere el doblete para dejar mejor sabor de boca si cabe.

La leyenda olímpica del pistard mallorquín ha tocado techo en Pekín, con el oro en la puntuación que mejora la plata de Atenas e iguala el título logrado hace ocho años en Sydney. Atlanta fue su primera experiencia, y allí la puntuación centró sus atenciones. No tuvo suerte, y en una polémica carrera, se tuvo que conformar con el sexto puesto y un diploma que le sirvieron de estímulo para llegar a los Juegos cuatro años después en plena madurez personal y deportiva. Sydney fue el punto de inflexión. Allí no perdonó. Sabía que era su momento y firmó una carrera perfecta que desembocó en el oro que tanto persiguió, por el que suspirará hasta la última pedalada de su vida profesional. Su paso por la persecución por equipos (quintos) en Atlanta resulta anecdótico para un hombre especializado en las pruebas de fondo y que ha sacado partido de su trayectoria en carretera (ONCE y US Postal) para trasladarla a la pista de manera brillante.

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