Fernando Fernández |PEKÍN
España recobra la conciencia. Tras el mazazo inicial ante China, Alba Torrens (9 puntos, 3 rebotes, 2 asistencias y 1 recuperación en 24 minutos) y sus compañeras empiezan a pensar que los cuartos están en su mano. La necesaria victoria ante Nueva Zelanda (85-62) invierte la dinámica de un grupo que vuelve a sonreír, aún con el lastre de un tropiezo inicial que podría condenarles a un diabólico cruce frente a Rusia o Australia. Ahora, una victoria, por ejemplo frente a la débil Mali (domingo, 3:00 hora española), basta para colarse en cuartos, siempre y cuando el cuadro no sufra alteraciones no previstas, aunque antes esperan adversarios que definirán si el tercer o el cuarto puesto es su hábitat, caso de Estados Unidos, República Checa o, en última instancia, las africanas, el rival más asequible.
Era Nueva Zelanda el rival perfecto para empezar a pensar en positivo. Llegadas de rebote, las oceánicas carecían de una base que subiera el balón con garantías y la ausencia de centímetros en la pintura allanó el camino de las españolas, que se estrenaron con un 2+1 tras una plástica penetración de Alba Torrens y pronto demostraron que esta vez iban muy en serio.
Montañana se adueñó del poste bajo y la muñeca de Palau y Torrens, contundente cuando le tocó emplearse en defensa e imaginativa a la hora de encarar la canasta, hicieron el resto para abrir una peligrosa brecha inicial (16-5). Todo esto, sin una Amaya Valdemoro que poco a poco va acumulando minutos y confianza. El 18-7 del final del primer cuarto anticipaba un desenlace cantado, más cuando de salida, un triple de Nuria Martínez (22-11) incidía en la abismal diferencia entre ambas concepciones del baloncesto. Cuando Isa Sánchez se entonó, se redactó la esquela de Nueva Zelanda (40-24).
Evaristo Pérez sabía que el tercer cuato iba a ser decisivo. El técnico planteó una defensa zonal 2-3 que acabó por fulminar los escasos recursos tácticos de las All Blacks. Entre medias, Valdemoro iba creciéndose, sin pisar el acelerador y la entidad de un rival que dio todas las facilidades del mundo en un último cuarto que se convirtió en un paseo militar de España, muy superior en el rebote y la capacidad para generar jugadas de ataque, todo lo contrario que una Nueva Zelanda completamente fuera del choque y más pensando en maquillar un marcador sonrojante y que les condena a luchar por no quedar últimas de la fase de grupos, que tiene otro color para España al acumular un triunfo que supone un bálsamo para un vestuario en el que las dudas habían empezado a asomarse.