Roberto Morales|NEUSTIFT (AUSTRIA)
Iker Casillas, capitán de la selección española, es el gran protagonista de la resaca de cuartos de final, de la cita con la historia en las semifinales de la Eurocopa 2008. En su tercer partido irrumpió con fuerza para ganar el duelo personal a Buffon y poner el mundo a sus pies.
«Casillas es Dios», decía Joan Capdevila tras la exhibición del portero de Móstoles en la tanda de penaltis ante Italia. En esta ocasión el 22 de junio no fue fatídico. Estaba Iker para remediarlo. Una persona vergonzosa, a quien ni los años de éxito ni la fama le cambian su forma de ser, abrumado ayer ante los elogios.
Había pasado inadvertido en los dos primeros triunfos de España en la cita continental y necesitaba desquitarse. Nada había podido hacer en los dos goles encajados, y tras descansar ante Grecia, Italia era el mejor rival para mostrar sus cualidades innatas. El duelo por ser el mejor portero del mundo con el poderoso Gianluigi Buffon cayó del lado de Iker.
«Hace fácil lo difícil. La parada que realizó a Camoranesi tras intentar tapar a Luca Toni, recuperando el sitio en una décima de segundo y sacando sus reflejos no está al alcance de cualquiera». Son palabras emocionadas del preparador más importante en la carrera de Iker, Manolo Amiero.
Fue su primera intervención salvadora. Italia, fiel a su estilo, pudo acabar con España en un momento clave del partido. Iker hizo lo más difícil. Ser salvador tras muchos minutos de inactividad. La tensión y el calor comenzaban a pasar factura en su madre, que acabó desmayada sin ver a su hijo clasificar a España a semifinales.
«Mi madre lo vive tanto que lo pasa mal», decía ayer sonrojado Casillas. «No la pasa nada pero en esos momentos de tensión le da una bajada. Ya la pasó cuando yo tenía 14 años en un partido de la Premier Cup ante el Barcelona», recuerda. Fue la anécdota entre los familiares de los jugadores que como toda España, se mordían las uñas víctimas de los nervios. Iker nunca ha sido un «para penaltis», pero ha mejorado a base de entrenarse. De mucho le han servido las apuestas con Pepe Reina, a las que ahora se ha sumado Andrés Palop. Son un clásico de la selección. Al acabar el entrenamiento de grupo, los porteros se quedan para jugarse a penaltis el aperitivo. La intuición de Iker se entrena.
Porque Casillas paró los penaltis a Italia por intuición. Los estudios pormenorizados de Ochotorena no los escuchó. Con respeto, le pidió que le dejase decidir a él mismo. Al capitán, no le gusta analizar el lanzamiento del rival por vídeo porque luego lo cambian en el campo o cada día lo tira de una manera.
Así, adivinó que Grosso cambiaría. «Recordé que a Barthez le chutó a la izquierda y me daba a mí que llegado a este punto cambiaba». Por milímetros no lo paró. Estaba en el camino. A De Rossi y Di Natale les adivinó el disparo para tocar la gloria.