Nacido en la región polaca de Silesia "hasta 1945 parte de Alemania", Lukas Podolski imploró anoche perdón por cada uno de los goles con los que acribilló a Polonia, el país que le vio nacer. En 1987, la familia de Podolski ejerció el derecho de asentarse en Alemania, cuya ciudadanía habían ostentado los abuelos del actual futbolista del Bayern de Múnich.
Enrolado en las filas del Colonia, Podolski debutó en la Liga Alemana a comienzos del año 2003. Tuvo que forjarse en la Bundesliga 2, donde consiguió el ascenso a la máxima categoría. El atacante zurdo no tardó demasiado en granjearse fama de depredador, aunque hasta su traspaso al poderoso Bayern, su rendimiento había sido una montaña rusa.
El club bávaro abonó por Podolski más de 10 millones de euros, aunque sus números siguen resultando desquiciantes. En la Bundesliga, aparece y desaparece con excesiva frecuencia, aunque todo cambia cuando se enfunda la elástica de Alemania. Su fiabilidad es una evidencia.
Después de una treintena de partidos, Podolski puede jactarse de haberse convertido en la principal referencia ofensiva de su equipo. Estadísticamente, marca un gol cada dos partidos. Sus 180 centímetros de altura confunden al personal. Podolski sabe hacer muchas cosas más que rematar de cabeza. Tiene instinto y una zurda suave y delicada. Se reivindicó en «su» Mundial, donde fue proclamado mejor jugador joven del torneo. Anoche lanzó otro aviso. Con la camiseta de Alemania, todo es distinto.