El mejor Rafael Nadal que ha pasado por Roland Garros sonrojó a Roger Federer (6-1, 6-3 y 6-0) para prolongar su hegemonía en París y en la tierra batida en una exhibición de juego que duró una hora y 48 minutos. El mejor número dos de la historia bordó ayer el papel de número uno y demostró ser la gran pesadilla del actual inquilino de la cima de la ATP. El manacorí alzó su cuarta Copa de los Mosqueteros consecutiva firmando la derrota más cruel que recuerda el suizo luchando por un Grand Slam y culminó el torneo sin perder un set en la segunda final de la historia en la que el campeón cede menos juegos.
El ya tetracampeón de Roland Garros evidenció su progresión en todos los aspectos del juego y pasó por encima del tenista helvético para dejar boquiabierta a una Philippe Chatrier que estaba volcada con el suizo. Consiguió opciones de break en diez de los once juegos en los que restó logrando un total de ocho rupturas, firmó tres juegos en blanco al servicio, conectó seis golpes ganadores más que Federer (22 por 16 del suizo), contabilizó casi la mitad de errores que su rival (36 por 70) y dejó al pentacampeón de Wimbledon en un escaso 40% de puntos en la red (18 tantos en 42 subidas).
El cielo de París era un manto gris plagado de nubarrones. Quizás era el preludio del ciclón que se cernía sobre la pista central de Roland Garros. El ciclón cobró forma en la figura de Rafael Nadal, que saltó a la arena con la victoria entre ceja y ceja y con la confianza de haber exhibido su mejor versión desde que debutó en el Bosque de Bolonia.
Ganó el sorteo y colocó a Federer en el saque, como a él le gusta. El break de entrada no sólo le ponía en ventaja, sino que ponía al descubierto porque Federer cedió un set a Montañés, Monfils y Fernando González. El mallorquín ganó metros respecto a la línea de fondo y aderezó su imponente ritmo y peso de bola con golpes más planos de revés que pusieron el choque muy cuesta arriba a Federer nada más comenzar. Además, la derecha del suizo no funcionó como antaño y Nadal, que consolidó con dificultades la ruptura, vio franco el camino cuando volvió a tener opciones de ruptura en el tercer juego. Dos aces permitieron al helvético salir airoso del siguiente, pero los dos juegos en blanco del mallorquín al servicio y al resto le permitían poner la directa hacia el 6-1 en 34 minutos. Y la Philippe Chatrier asistía silenciosa a la paliza que se estaba llevando su favorito: Federer.
El suizo salió trasquilado de la batalla que se libró desde el fondo, así que apostó por dejar libre la mano del escudo para lanzarse al ataque con dos espadas. No obstante, sus constantes subidas a la red hicieron que Nadal se luciera con su repertorio de globos y passings. Sólo en la segunda manga y con 3-3 en el marcador dispuso Federer de una bola de break que le habría permitido mantenerse con opciones. Fue el momento clave. Su intento de dejada murió en la red y con él el partido. El suizo perdió su saque en el siguiente juego tras salvar tres pelotas que ya le habrían supuesto una nueva ruptura y un extraordinario passing de revés del mallorquín obligó al número uno del mundo a deponer las armas. El helvético ya no saborearía ni un juego más.
Nadal, como es habitual, no iba a hacer concesiones y fue a más mientras su rival parecía estar únicamente pendiente del final del choque. Federer hizo lo imposible para impedir un rosco que no sufría desde 1999, cuando Byron Black le apeó del torneo de Queen's en la primera ronda. Hay que remontarse al mismo año, 1999, para dar con el último 6-0 que sufrió el helvético a manos del estadounidense Vicent Spadea en la primera ronda del Masters Series de Montecarlo. Nadal se tomó cumplida venganza del 6-0 que le colocó el suizo en la final de Wimbledon de 2006 y desquició al helvético. El mallorquín certificaba su cuarta victoria sobre el número uno del mundo en Roland Garros y elevaba a once el número de triunfos del que puede presumir en los diecisiete enfrentamientos que ha protagonizado con el tenista helvético.
Ha habido finales más rápidas en lo que al tiempo de partido se refiere, pero con el 6-1, 6-3 y 6-0 Rafael Nadal logró el triunfo en la final con menos juegos cedidos por el campeón desde que el argentino Guillermo Vilas lograra la victoria sobre el estadounidense Brian Gottfried por 6-0, 6-3 y 6-0 en 1977. Quizás por respeto o tal vez por la gran superioridad exhibida, Nadal ni se rebozó sobre la tierra batida de la Philippe Chatrier, ni saltó al palco para abrazarse a los suyos. El manacorí sigue agrandando su leyenda en Roland Garros.