Huérfano de la explosividad y el espectáculo que garantiza Jorge Lorenzo, el Gran Premi Catalunya se agarró a la rabia de Dani Pedrosa y a la magia del gran Valentino para obsequiar a los aficionados españoles con otra prueba de videoteca. El de Castellar del Vallés, que se había acostumbrado a vivir en la sombra, ha vuelto para pedir a gritos el lugar que merece en la parrilla. Ayer, sin ir más lejos, dibujó la carrera soñada. El piloto de Honda lo hizo todo bien y se abrazó a la victoria con la grandeza de un campeón del mundo, poniendo en pie al caluroso público de Montmeló. Desde que se apagó el semáforo, hasta que le enseñaron la bandera a cuadros, nadie se atrevió a toserle. Atrapó su segundo triunfo del año (el cuarto que consigue un piloto español en la categoría reina después de los fabricados por Checa y Crivillé) y demostró que está capacitado para meterse en cualquier pelea, por complicada que parezca. Sólo Rossi, que partía desde la novena plaza, le robó algo de protagonismo a su estela mientras acumulaba adelantamientos y víctimas. Uno y otro han sabido aprovechar los problemas de Lorenzo para abrir una zanja al frente del Mundial y han forzado un intenso careo que se irá definiendo a medida que avance el calendario. El próximo capítulo, en Donnington Park.
En los otros dos escalones, mucha tensión y los mismos gramos de espectáculo. Los pilotos españoles rindieron a un nivel altísimo, aunque Marco Simoncelli se colara en una fiesta en la que no estaba invitado. El italiano, después de arrebatarle el primer puesto a Barberà sobre el asfalto de Mugello, utilizó esta vez una pifia de Bautista para acorralar a Kallio en la clasificación general. Mientras tanto, en 125 sonaba la Marsellesa gracias al empuje de Mike Di Meglio. Pese a todo, no eclipsó la buena actuación del joven Pol Espargaró, que se quedó a unas milésimas de la gloria.