Albert Orfila / Carlos Montes de Oca
El Mallorca está en venta. El presidente y máximo accionista de la SAD balear, Vicenç Grande, está dispuesto a deshacerse del paquete de títulos que controla su familia y que representa el 93 por ciento de la sociedad. El empresario mallorquín, acuciado por la «crisis del ladrillo», ha puesto la operación en manos de un despacho de abogados de Madrid. Este bufé lleva varias semanas articulando la operación y ya ha sondeado a diversos compradores potenciales.
Paralelamente a los movimientos que se están gestando en la capital, ejecutivos de una caja de ahorros local -la misma que ha pignorado los títulos como garantía crediticia- también buscan comprador para el Real Mallorca. De salida, Vicenç Grande i Garau ha tasado el club balear en 40 millones de euros, si bien está cantidad está sujeta a diversas variables. En sus círculos más íntimos, el propietario de la entidad ha dejado claro que no piensa «regalar» su paquete de acciones, aunque los indicativos de desaceleración económica parecen jugar en su contra.
Durante los últimos años, el fútbol ha captado la atención de un buen puñado de empresarios vinculados a la construcción, sector que atraviesa por un ciclo especialmente delicado. Esta circunstancia reduce notablemente el abanico de posibles compradores, aunque Vicenç Grande va a intentarlo. En clave local, el panorama tampoco es halagüeño. Si la denominada mallorquinización del accionariado -liderada por Mateu Alemany- adoptó tintes quiméricos, vender ahora un porcentaje de acciones tan importante resulta complicado.
Durante el verano de 2007, sobre la mesa de Grande llegó una oferta de compra de un grupo inversor extranjero. Pero eran otros tiempos. La «crisis del ladrillo» sólo se intuía y el propietario de Drac planeaba un Mallorca deportivamente competitivo y socialmente arropado. De hecho, poco tiempo después de rechazar esta propuesta, Vicenç Grande siguió rascándose el bolsillo y adquirió las títulos del por entonces vicepresidente Miquel Vaquer. Se calcula que en poco más de cinco años, el actual presidente del Mallorca ha invertido en la compra de acciones casi 25 millones de euros. Su porcentaje ha ido creciendo de forma progresiva, aunque por el camino también ha tenido que asumir diversas ampliaciones de capital.
Ahora, el escenario es totalmente distinto. Como todos los «grandes» de la construción, el empresario mallorquín debe velar por los intereses de su empresa y su patrimonio personal, algo incompatible con la propiedad de un club de fútbol. Deshacerse del Real Mallorca es un «consejo» de las entidades financieras con las que Vicenç Grande ha renegociado una deuda millonaria, pero también de sus hombres de confianza.
Recientemente, en una conferencia que impartió en la Universitat de les Illes Balears (UIB), Vicenç Grande anunció que a la conclusión de la temporada iba a reflexionar sobre su continuidad en la presidencia del Real Mallorca. Era un mensaje codificado. Es cierto que el mandatario siempre ha lamentado el trato que se le ha dispensado desde algunos sectores de opinión, aunque en el contexto actual es evidente que preparaba su adiós. En el club, sus directivos más próximos ya saben que la sociedad está en venta, aunque su mensaje ha sido de ánimo: «Vosotros seguid trabajando como si yo tuviera que seguir diez años más».