Es un viejo hábito, como una tradición. No hay jornada que eche la persiana a la ACB en la que el ViveMenorca no tenga su cuota de protagonismo. Vuelve el equipo de Casas a jugarse la vida en el último partido, como ha venido haciendo desde que irrumpió por la liga, hace tres años. Con Marinovic al volante, serpentinas en la grada, un rival desnaturalizado por la falta de objetivos y muchas tripas sobre el parquet, el Menorca trata de prorrogar su estancia en la ACB en un encuentro sin vuelta atrás y cargado de emotividad (Pavelló Menorca, 20.30 horas, IB3).
El Menorca Bàsquet ha demostrado que se maneja como nadie en este ecosistema, en el que sólo habitan equipos que saben moverse entre tanta tensión. Hasta ahora siempre ha logrado soltarse los grilletes y alcanzar la permanencia, y eso persigue esta noche. Por intensidad y pasión no va a quedar: «Nos tenemos que vaciar», pide Casas en voz alta. Y es que el técnico catalán sabe que el enunciado del partido habla de un duelo a vida o muerte, de una ruleta rusa, con cuarenta minutos de vigor: «Debemos darlo todo, desde el primer momento hasta el último».
Es un choque con muchas ecuaciones, pero la más complicada de despejar es la emocional. En situaciones como las de hoy, cualquier complicación puede elevarse a categoría de problema, y un soplo de viento a favor puede resultar un empujón decisivo. Tal vez por eso el factor cancha gana presencia en citas de este perfil: «Será importante el apoyo de la gente. No se prevé un encuentro fácil, porque es el partido del año y es cuando más juntos debemos estar», dice Casas.