Jenaro Llorente|MADRID
El Vicente Calderón revivió ayer un episodio del «Teatro del Absurdo» y el Atlético fue su principal protagonista en un duelo loco ante el Almería, en el que se vivió un exagerado alarde de lo disparatado, como lo hacía la tendencia de literatura dramática que emergió en París en los años cuarenta y principios de los cincuenta.
Si la afición rojiblanca se pensaba que ya lo había visto todo, ayer comprobó cómo con el Atlético la capacidad de asombro nunca se agota y cómo siempre hay algo con lo que, de nuevo, llevarse las manos a la cabeza.
En el minuto 5, el Atlético gozaba de una renta de 2-0 y el Almería había sufrido la expulsión de Rubén Pulido, autor del penalti sobre Agüero que dio origen al segundo tanto. El gol lo marcó Diego Forlán para convertirse en el máximo anotador uruguayo de la historia de la liga española.
La grada, que estaba a reventar, se preparaba para una tarde plácida. El Almería se encontraba de buenas a primeras con una pendiente durísima por delante y la lógica hacía presagiar que el envite resultaría cómodo para los locales.
Pero la lógica hace tiempo que huyó del Calderón, donde no tardó en comparecer lo absurdo. En siete minutos el Almería igualó, con un hombre menos, los dos tantos del Atlético y se hizo dueño absoluto de la contienda.
En la segunda parte y ante un rival con nueve hombres, los locales sentenciaron.