Son Moix atraviesa el ecuador entre el temporal del pasado 4 de octubre y la previsión más optimista de la reapertura del pabellón, que podría estar a punto entre octubre y noviembre. La reforma integral del recinto está pendiente del informe que el Instituto Técnico de Materiales y Construcciones (Intemac) inició el pasado 20 de enero y que culminará a finales del mes de marzo después de someter a análisis la red metálica que sustenta la cubierta de la piscina y analizar la seguridad del edificio.
Los datos que arroje el estudio de Intemac supondrá que el presupuesto de la reforma pueda variar entre los 7 y los 20 millones de euros y condicionará los plazos de reapertura, aunque también puede darse el extremo de que Son Moix tenga que ser demolido si se detecta aluminosis o daños irreparables. De momento, la predicción más negativa se da en el caso de la piscina, que como mínimo tardaría alrededor de dos años para reabrirse.
La cubierta de la piscina ocupa la actividad de los trabajadores de Melchor Mascaró que se están encargando de la reforma. Precisamente el amianto que contiene la uralita de la que está hecho el techo está dificultando unas tareas que en breve se centrarán en la zona del pabellón, donde el primer paso es retirar el marcador central. La uralita también ha impedido que se pudiera buscar una solución de urgencia al no poderse reparar con los antiguos materiales tóxicos como el amianto.
El Palau mantendrá su estructura principal y su aspecto exterior no se verá alterado en exceso más allá del cambio de imagen del techo, aunque sí cambiará su organización interior. Habrá 3.000 metros cuadrados para nuevas salas polivalentes con ventilación y salidas de emergencia y, en definitiva, se actualizarán las prestaciones de la instalación.
Por primera vez en Son Moix se habilitarán ascensores y se pondrán al día las instalaciones para facilitar los accesos a las personas con dificultades de movilidad. Y es que la prioridad son la seguridad y actualizar el recinto.