Cuarenta mil espectadores en directo y más de quinientos millones por televisión vivirán hoy en directo a partir de las 15:40 horas el Prix d'Amerique 2008, la carrera de trote más prestigiosa del mundo, la de un millón de euros en juego entre los 18 participantes, y la que mueve entre 35 y 40 millones de euros en las taquillas de apuestas. Es un acontecimiento de primer orden deportivo a nivel mundial, un espectáculo único que París vive de forma intensa, que lo organiza con orgullo, sabedor de que el trote mundial mira a su particular 'Teatro de los sueños', el hipódromo de Vincennes.
Serán, como cada año, apenas tres minutos de carrera, tres minutos en los que parece detenerse el mundo y donde cientos de miles de ojos sólo miran a los 18 jinetes más mediáticos del planeta. Apellidos ilustres como Levesque, Bazire, Gallier que se sitúan a las riendas de los trotrones más caros del mundo. Uno de ellos ganará 500.000 euros, la mitad del millón que hay en juego en la carrera. El resto se lo repartirán hasta el séptimo clasificado. Sin embargo, hasta llegar a vivir los tres minutos, que serán de gloria para el primer clasificado, hay mucho recorrido. Vicennes abrirá a sus puertas a las once de la mañana para ir recibiendo de forma escalonada a los 40.000 aficionados que poblarán sus gradas, sus restaurantes, sus cuadras y todos y cada uno de sus rincones. Las taquillas de apuestas viven un ajetreo especial. Hoy domingo el ritmo de idas y venidas de dinero, de los bolsillos a las taquillas y viceversa alcanza los 35 millones de euros. Mucho dinero, pero si duda es una cifra que explica los motivos por los cuales esta carrera es tan especial. Si hay mucho en juego, hay mucho interés y este deporte en Francia tiene tanta importancia porque es capaz de movilizar miles de millones cada año.
Las cifras del Prix d'Amerique son espectaculares en todos los sentidos. Todo se hace a lo grande y el seguimiento mediático no tiene que envidiar nada al de los más importantes acontecimientos deportivos.
Medio millar de periodistas acreditados cubriendo la carrera para todo el mundo indica que es un acontecimiento que va más allá de las fronteras parisinas, y en Mallorca se vive de forma especial. Cerca de 300 mallorquines han viajado un año más a Vincennes, algunos, lo más afortunados y dispuestos a no perderse nada, conseguirán una mesa en alguno de los restaurantes de lujo del hipódromo.
En Vicennes el trote es un negocio, se mire por donde se mire, y las carreras donde se ven mejor es en uno de sus restaurantes, disfrutando de las mismas entre plato y plato. Hoy todos están llenos, hay poco espacio para moverse, más de 500 camareros 'trotando' entre pasillos sirviendo menús con poco contenido, pero muy caros. Se puede disfrutar de las carreras sin perder dinero, pero hoy, Vincennes, tiene demasiados atractivos como para que éste se quede en el bolsillo. Hagan juego.