Óscar González|MADRID
El Real Madrid, con un gol a los treinta segundos de Raúl González y otro de Van Nistelrooy antes del descanso, resolvió un nuevo derbi en el Calderón, para aumentar la sensación de impotencia del Atlético, que ya suma un decenio sin alegrías, y comenzar la segunda vuelta disparado hacia el título liguero.
Bastó una jugada, la primera llegada madridista para desactivar todos los planes previos, toda la presión exterior y la euforia de la grada, pero eso ya no es una novedad.
Tampoco lo es que el que cambie el sentido del partido sea Raúl González, porque el capitán madridista siempre se encuentra cómodo contra el Atlético y disfruta en el Calderón, donde se siente importante, destinatario de todas las miradas.
Por eso, que Pablo fallase su primer despeje ante Robinho y que Raúl empujase al fondo de la red el centro del brasileño, a los 30 segundos, puede que no fuese previsible, pero entraba dentro de lo probable, un hándicap con el que el técnico mexicano Javier Aguirre podría haber contado.
También entraba dentro de lo probable que Pepe se resintiese, porque el central estaba menos convencido que su entrenador de haberse recuperado de la contusión en la tibia derecha. Schuster, sin embargo, decidió forzar su presencia porque necesitaba a Sergio Ramos como lateral derecho y su idea le duró once minutos, los que tardó el zaguero en pedir el cambio.
Fueron dos condicionantes decisivos. El Atlético tardó un cuarto de hora en encajar el golpe del gol, pero recuperó el pulso durante casi media hora, porque el Madrid, sin salida por la derecha, se replegó en busca de un contragolpe.
Con mayor protagonismo en el centro del campo por el despliegue de Motta y Agüero pujante, los rojiblancos comenzaron a llegar al área de Casillas y allí se encontraron con lo de casi siempre; un par de remates a los palos, del propio Motta y Raúl García, y tres acertadas intervenciones del meta.
Sin embargo, como casi siempre, cuando más presionaba el Atlético sobre la meta blanca, otro despiste defensivo en un saque de esquina ofreció al Real Madrid la oportunidad de dejar su sello de eficacia. El balón llegó a Van Nistelrooy libre de marca y el holandés no lo desaprovechó para aumentar la sensación de impotencia rojiblanca, al borde del descanso.
Y, con el ánimo por los suelos y con la condición física bajo sospecha, al Atlético sólo le sostuvo al comienzo del segundo tiempo la casta. Muy poco para tratar de equilibrar el duelo frente al líder, que supo que no tendría más que esperar.
No demasiado, porque al equipo de Aguirre no le dio más que para un disparo de Forlán, que resolvió bien Casillas y otro de Agüero (m.80), que salió ligeramente desviado.
Dominador del juego, el conjunto de Schuster caminó sin sobresaltos hacia un triunfo que entierra el disgusto de la eliminación en la Copa y, al mismo tiempo, le permite descartar a otro rival, que ya sabe que su objetivo, esta campaña, pasa por asegurarse un puesto en la Liga de Campeones.