Miquel Àngel Moyà dejó su sello bajo los palos del Bernabéu. El recital de paradas que ofreció, la sangre fría de la hizo gala y la serenidad que tuvo en momentos clave, resultaron determinantes para que el Mallorca saliera vivo de Chamartín.
Los jugadores madridistas probaron de la medicina que receta su guardameta Casillas al resto de rivales. Ahora ya saben lo que sienten los delanteros que tienen a Iker frente a ellos. El de Binissalem desquició a Saviola, a Higuaín a Van Nistelrooy y a todos los que se acercaron por su área.
En la Isla nadie se sorprende de la actuación de Miquel Àngel, en partidos de menos dimensión mediática ha demostrado sobradamente su estilo y su calidad. El miércoles, en el Bernabéu, fue el fútbol nacional e internacional quien se maravilló ante la actuación sublime de un portero nacido en Binissalem y que ingresó a los once años en la disciplina del Real Mallorca.
Moyà llegó siendo un proyecto, como tantos otros jugadores que recalan en los equipos de las categorías inferiores. Lo que ahora es un futbolista estilizado y por el que pujan muy fuerte las agencias de publicidad, antes era un chico de pequeña estatura para ser portero y con un par de kilos de más. Paco Navarrete y Trobiani fueron dos personas clave en su vida. Ambos dirigieron un campus en Muro y el pequeño Moyà llegó un día tarde porque venía de jugar con la selección balear alevín. «Enseguida le vimos algo diferente y fue clave el poder tenerlo durante una semana mañana y tarde. Era un chico regordete, pero nuestro deber no es mirar el momento, es ver si un jugador puede tener opciones de cara al futuro. En unas ocasiones aciertas y en otras no. En este caso ha salido muy bien», comentaba.
Navarrete es uno de los hombres de la dirección deportiva cuya misión, entre otras, está la de buscar en todos los campos de dentro y fuera de Balears jugadores con futuro que puedan llegar a ser futbolistas. ¿Qué vieron Navarrete y Trobinani en Moyà? Así lo relataba el primero de los dos técnicos. «Nos llamó mucho la atención ver cómo paraba, cómo se tiraba y la voluntad que le ponía en todas las acciones. En esos momentos Trobiani y yo estábamos entrenando a los infantiles y cadetes y Miquel Àngel lo hacía mejor que los porteros que por aquellos tiempos teníamos y que eran mayores que él. Ahí decidimos hablar con sus padres y fichó por el Mallorca», relataba Navarrete.