Uno de nueve. Es el balance más frío del último proyecto mallorquinista, una racha nefasta que ha teñido de negro el mes de diciembre y que ha propiciado la reaparición de la palabra crisis en el vocabulario con el que se envuelve habitualmente la actualidad del equipo. El grupo de Manzano no avanza y desde que recibió al Espanyol en su estadio el pasado 27 de octubre sólo ha celebrado una victoria, la que amasó en su desplazamiento al Sánchez de Pizjuán de Sevilla (1-2). Al margen de eso, únicamente ha obtenido cuatro empates (Espanyol, Deportivo, Murcia y Athletic) que conviven junto a otros tantos fracasos (Valencia, Real Madrid, Racing y Osasuna en Copa). Nada más. El sueño europeo, activo hasta hace sólo unas semanas, se ha perdido entre unos números oxidados y obsoletos. La alegría que inundaba el juego rojillo ha ido desapareciendo a medida que avanzaba el otoño y el ímpetu de las primeras jornadas está ahora bajo tierra. Es verdad que los castigos arbitrales son cada vez más severos, pero la excusa no es aplicable a todos los enfrentamientos. Hace falta algo más.
Un año más, el bajón más pronunciado vuelve a coincidir con la llegada del mes de diciembre. En 2006, también con la renovación del técnico sobre la mesa, el Mallorca empató en casa contra el Celta (2-2) y encadenó después un rosario de gazapos frente a Osasuna (3-0), Racing (1-2) y Valencia (3-1). Al menos en aquella ocasión sobrevivió a la primera ronda de la Copa, amenazada ahora tras la esperpéntica actuación del pasado miércoles en el Reyno de Navarra (2-0).
Ya a título individual, sorprende en exceso la falta de acierto de Dani Güiza, que lleva cuatro jornadas en blanco. Desde que debutó como internacional, no ha vuelto a hacer el arquero.