El Mallorca se ha acostumbrado a nadar contracorriente. Los árbitros están fustigando al grupo de Manzano con una regularidad sospechosa y remar en inferioridad se está convirtiendo en un ejercicio rutinario. Ayer fue el colegiado madrileño Antonio Rubinos Pérez el protagonista de la ¡octava expulsión! rojilla del torneo. Nunes protestó una falta al asistente y Rubinos le mostró la roja. Así de cruel.
Así de simple. Pese a jugar con diez desde el minuto 32, el Mallorca acumuló méritos para ganar a un Athletic ramplón, pero cierra el año en casa con un empate que le deja en tierra de nadie, con una racha preocupante y que confirma el primer bache del curso: un triunfo en los nueve últimos partidos (0-0).
Daños colaterales al margen, fue un partido frío y plano. El típico choque trabado que se resuelve por la calidad en la definición, una virtud de la que adolecieron ayer ambos ataques. El Mallorca se estrelló contra su propia ineficacia. Basinas malgastó una ocasión de lujo en el minuto 92 tras una galopada inmensa de Jonás, el mejor del choque.
Del Athletic apenas hubo noticias y, cuando se atrevió, se encontró con Lux. Al portero argentino se le caerá algún día el larguero, pero sus reflejos resultan determinantes en las distancias cortas como comprobaron Llorente (min. 49) y Etxeberria (min. 83).