Fabio Capello, el técnico en activo más galardonado, sinónimo de éxito garantizado, de mentalidad ganadora, pero igualmente discutido por el poco espectáculo de sus equipos, ha visto cumplirse, por fin, su viejo sueño de entrenar a la selección de Inglaterra.
Nacido en la localidad de Pires, el 18 de enero de 1946, a punto de cumplir los 61 años Capello ha recibido uno de sus más deseados regalos por Navidad. Y es que, desde hace mucho tiempo, ha confesado a sus íntimos su deseo de poner fin a su carrera deportiva entrenando al combinado de los «tres leones».
Ha sido posible por un desastre: la eliminación de la selección inglesa en la fase de clasificación para la Eurocopa'08 y que provocó la inmediata destitución del cargo de Steve McClaren, en la madrugada del pasado 22 de noviembre.
Desde ese instante, Capello entró en la terna más acreditada de «posibles». Y él, desde esta campaña comentarista de la Televisión Pública Italiana (RAI), vio entonces posible algo que parecía tener irrealizable. Poco a poco, según iban cayendo los otros candidatos, el nombre de Capello empezó a adquirir mayor fuerza y coros en su favor. Los profesionales del fútbol le daban como el técnico perfecto, como el más acreditado, para el banquillo inglés.
Y es que sobre Capello, que ha ganado trofeos en todos los equipos que ha entrenado (salvo en su segunda etapa con el Milán), pesa tanto la fama de sus éxitos como la del pobre juego que ofrecen los conjuntos que dirige. Algo contra lo que siempre se rebela, remitiéndose a que se verifique con cuántos delanteros juegan siempre sus equipos.
Capello es como técnico, desde luego, todo un «César», como se le denominó en su etapa al frente del Roma por su mando y genio. Le gusta tener la plantilla en un puño, el vestuario atado, y prácticamente no soporta quien se rebele a su sistema. Debe ser la única estrella del vestuario.
Es curioso comprobar cómo en los equipos que ha entrenado casi siempre ha tenido problemas con algunas de las estrellas (Suker, Montella, Del Piero, Ronaldo, etc.). Otros no le querían ver tras dejar de ser su entrenador (como Totti); pero siempre ha llevado la «nave» a la consecución de las principales metas.
Capello fue antes de técnico un buen centrocampista. Debutó en Primera división con el Spal (29 de marzo de 1964), se lanzó a la fama internacional, precisamente, en el Roma (tres campañas) y se confirmó en el Juventus Turín (6 campañas, 3 ligas conquistadas) y Milán (1976-80, una Liga).
Tiene un lugar de honor en el libro de oro de la selección italiana (debutó el 13 de mayo de 1972 y jugó en 32 encuentros) desde el 14 de noviembre de 1973, cuando anotó, tras pase de Giorgio Chinaglia, el gol que supuso el primer triunfo de la historia de la nacional transalpina en Wembley ante Inglaterra (0-1). Y, quizás, ahí ya empezó a soñar con entrenar a Inglaterra.
Tras su retirada como jugador en el Milán, Capello se hizo cargo del juvenil milanista al que llevó a conquistar la Copa de Italia 1985-86 de la categoría y, tras la llegada de su gran mentor Silvio Berlusconi a la propiedad del Club pasó a ser el segundo del sueco Nils Liedholm, en la campaña 1986-87.
A Liedholm le sustituyó en el cargo a falta de cuatro jornadas para concluir la temporada. Metió al equipo en la Copa de la UEFA y, semanas después, conquistó el Mundialito de Clubes. En el verano dejó el puesto al ya fichado antes Arrigo Sacchi, pero siguió vinculado al Milán -mejor dicho a Berlusconi-, como director general de la Polideportiva Mediolanum, grupo que aglutinaba a todos sus clubes deportivos.
Berlusconi veía en Capello el «futuro» del Milán, le forjó y, en la campaña 1991-92, le puso al mando de la primera plantilla tras el adiós de Arrigo Sacchi. Lorenzo Sanz lo contrató para el Real Madrid en la temporada 1996-97 y tras conquistar la liga, abandonó el club blanco a pesar de tener un año más de contrato para volver al Milán. Tras no aceptar una nueva oferta de Lorenzo Sanz para hacerse cargo del Real Madrid con la temporada iniciada, Capello fichó en 1999 por el Roma, con el que consiguió el tercer «scudetto» del club. En la campaña 2000-01 estuvo cerca de fichar por el Barcelona y en el verano 2004, con contrato en vigor por una campaña más, sorprendió de la noche a la mañana marchándose al «odiado» Juventus, del que sólo meses antes dijo que no entrenaría nunca. Teniendo contrato, pero no viéndose entrenando en la Segunda categoría, se comprometió en verano 2006 con Ramón Calderón, entonces candidato a la presidencia del Real Madrid. En su segunda etapa en el club volvió a conquistar el título de liga pero con el trofeo en la mano, se vio en la calle.