Miquel Alzamora
El próximo viernes se cumplirán diez años del último ascenso a Primera del Real Mallorca. Posiblemente sea difícil acordarse de lo que uno hizo anteayer, pero quien más quien menos sabe perfectamente cómo vivió el partido entre Rayo y Mallorca del 29 de junio de 1997. Unos en el campo, otros en casa a través de la television, algunos escuchando la radio, en un bar, en el coche...es difícil no acordarse de las circunstancias que rodearon a un partido histórico y que marcó la era moderna del club balear. Los niños nacidos a partir de julio de 1997 siempre han visto al Mallorca en Primera y la Segunda les queda muy lejos.
Los principales protagonistas del partido de Vallecas tienen todavía hoy muy frescas todas las imágenes que rodearon esa eliminatoria en Madrid. El resultado era idéntico al del año pasado cuando no se ascendió y las circunstancias que rodeaban el partido de vuelta también. Mucha presión ambiental, un marcador ajustado, un campo volcado con su equipo, guardaespaldas para la expedición mallorquinista, nervios y mucha tensión. Tal vez los que mejor lo llevaban eran los jugadores, aunque en sus rostros se divisaba la responsabilidad del momento. «Era un partido clave para el futuro de la entidad, todos los sabíamos», recordaba Damià Amer, ex jugador del Mallorca y que vivió en Vallecas su primer ascenso como delegado.
Responsabilidad porque el futuro del club dependía de un resultado y todos en la entidad lo sabían. De marcar Carlos Domínguez «Carlitos» a no hacerlo, nadie sabe qué hubiera podido ocurrir. «Fue el gol de mi vida, nunca podré olvidarlo», dijo el sevillano. ¿Dónde estaría el club de no haber ascendido?, ¿qué hubiera hecho la familia Asensio?, ¿habrían surgido nuevos inversores?... preguntas que afortunadamente no hubo necesidad de hacerse ya que el equipo balear certificó un ascenso balsámico. Empezaba una nueva era, la de la inmersión absoluta en la Liga de las estrellas.