Amador Pons|PARÍS
Rafael Nadal sigue reinando en París. El tenista mallorquín sumó ayer su tercera Copa de los Mosqueteros al doblegar a Roger Federer (6-3, 4-6, 6-3 y 6-4) en la final del Roland Garros. El zurdo de Manacor prolonga su hegemonía sobre la tierra batida del Bosque de Bolonia, donde nunca ha perdido, mientras sigue persiguiendo el récord de Bjorn Borg. El suizo vio escapar nuevamente el título y seguramente su última oportunidad de ganar el Grand Slam.
A pesar de que se conocen perfectamente, los primeros asaltos fueron de tanteo. Parecía como si ninguno quisiera desvelar su táctica. Nadal andaba muy lejos de la línea de fondo y Federer decidió tomar las riendas. En el cuarto juego (1-2) se mostró muy agresivo en el resto y se colocó con un peligroso 15-40. El balear encontró en ese momento el revés de su adversario y el suizo vio escapar sus dos primeras pelotas de break (2-2).
Estaba el partido complicado. Federer ganaba su saque con claridad (2-3) y al juego siguiente volvía a tener cinco oportunidades para romper el servicio del mallorquín. Al zurdo de Manacor se le estaba quedando la pelota demasiado corta, pero el saque y la derecha le sacó de ese gran apuro (3-3).
Nadal ya había conseguido desquiciar a Federer levantando esas siete pelotas de break, pero en el séptimo juego le asestó un duro golpe moral. El suizo se despistó un momento y se encontró con un 0-40, que el mallorquín aprovechó para romper en su primera oportunidad forzándole de nuevo el revés, el golpe más débil del número uno del mundo (4-3 y saque).
La final comenzaba a ponerse de cara, pero Federer todavía no se había rendido. Sentado en la silla durante el cambio planeó como romper el saque de Nadal y en un abrir y cerrar de ojos se puso 0-40. Al balear, que le van los retos, le dio por levantar también esas tres pelotas de break y mantuvo su ventaja (5-3).
El número uno del mundo no daba crédito. Había tenido hasta diez oportunidades para romper el servicio del mallorquín y sin embargo tenía la primera manga prácticamente perdida. Incluso el público parecía darle la espalda cuando aplaudieron un gran punto de Nadal, que se había colocado con 0-30 en el noveno juego. Fue demasiado para el suizo, que con 30-40 en el marcador se tragó un gran resto del mallorquín y le regaló la pelota para que decidiera el parcial con una gran derecha paralela (6-3).