El Mallorca conquistó tres puntos sin mucho esfuerzo aparente, pero con un gran trabajo subterráneo. Esta vez fueron Fernando Navarro y Arango los encargados de resolver un partido bronco, con una ira racinguista desmesurada y una catarata de tanganas que desembocaron en la expulsión de Munitis en el minuto 20, ocho amarillas y Jonás en la enfermería. La victoria le permite al grupo de Manzano encadenar su cuarta victoria consecutiva y acercarse a los diez primeros de la clasificación (0-2).
El Racing abrió la cita enrabietado. Consciente de la importancia del encuentro, que se vendió como la última oportunidad para engancharse a la UEFA, el bloque local descargó adrenalina en cada acción. En cada balón dividido. Hubo demasiada tensión para lo que se jugaban. Al Mallorca le sorprendió tanto ímpetu y le costó entrar en el partido. No había diálogos entre Ibagaza y los puntas. Atrás, saltaban las chispas en cada lance.
Principalmente entre los centrales y Zigic. Un codazo del serbio a Héctor que no vio el árbitro encendió la mecha que provocó el primer incendio de la tarde. Fue a los veinte minutos. Una disputa entre Nunes y Zigic acabó con un empujón del portugués al balcánico. Unos metros más atrás, Munitis le había propinado un puñetazo en el estómago a Ballesteros. Ayza Gámez, a instancias de su asistente, no lo dudó y expulsó al cántabro.