El Mallorca sigue en el fango. La escuadra balear fue incapaz de conectar anoche su segunda victoria consecutiva y salió de Riazor con la cabeza agachada y su maleta llena de dudas. Los deseos de venganza se difuminaron entre las miserias de su juego y el equipo volvió a regalar un partido que por momentos llegó a tener perfectamente controlado. Otra vez un penalti, en este caso infantil y poco justificado, deja al conjunto balear tendido en el suelo y a pocos metros del incendio, que vuelve a avivarse de forma preocupante (1-0). El equipo de Manzano abrió la cita mucho más enchufado que el Deportivo. Serio, ordenado y avalado por un tratado de intenciones valiente y descarado, el cuadro rojillo se apoderó del balón y empezó a interpretar su guión siguiendo unas coordenadas muy concretas. Ibagaza, bien custodiado de nuevo por Jordi López y Basinas, levantó enseguida la mano para pedir el turno de palabra y el grupo agradeció su frescura inicial mientras se ganaba el respeto del cuadro gallego. De hecho, cuando todavía no se habían consumido los primeros dos minutos de juego, el argentino ya había probado la firmeza de los guantes de Aouate en una acción cosida entre Jonás y Arango. La jugada activó los sentidos bermellones y afianzó el gobierno mallorquinista, que tuvo vigencia los diez primeros minutos, justo el momento en el que empezó a despertar el Deportivo. Un disparo envenenado de Cristian que Prats rechazó con dificultades metió a los gallegos en el partido y el castillo de naipes que estaban levantando los baleares comenzaba a desmoronarse.
La explosiva salida del once de Manzano quedó muy pronto reducida a la mínima expresión. Duscher y De Guzmán oxigenaron el centro del campo deportivista y escoraron el juego de los blanquiazules hacia el costado derecho, donde Estoyanoff abría una herida en cada una de sus intervenciones. Con muy poquito, Caparrós fue sellando todas las grietas que había provocado el ímpetu inicial de los baleares y el Deportivo empezó a cocinar la victoria a fuego lento, siguiendo esa fórmula que tantos éxitos le ha reportado al técnico andaluz. El Mallorca en cambio, iba reculando con el paso de los minutos y se atascaba cada vez que cruzaba la divisoria, sobre todo porque la soledad de Maxi se había convertido ya en un serio problema. En cualquier caso, mantuvo el tipo hasta apurar el primer acto y daba la sensación de que llegaría ileso al descanso, ya que el Deportivo era incapaz de abrir la lata y su paciencia se iba esfumando.
El partido se transformó en una jugada aparentemente normal que rajó por completo al Mallorca. El reloj se adentraba ya en el tiempo añadido y Jordi López cometía un absurdo agarrón sobre Arizmendi que en principio pasó desapercibido para todo el mundo a excepción de Iturralde, que tenía puesta su lupa en el centrocampista rojillo. Estoyanoff no perdonó y engañó a Toni Prats con un disparo blando y centrado que acabó de desesperar al plantel rojinegro, que se fue al vestuario indignado con el colegiado y su asistente.