Tolo Jaume
La victoria en el ONO Estadi es el único bálsamo que quiere aplicarse el Real Madrid para suavizar su convulsa situación interna y aplacar su titubeante tránsito por la Liga. Con el presidente a la greña con un vestuario cuya profesionalidad ha sido puesta en entredicho, con Beckham, Ronaldo y Cassano apartados del equipo, con la enfermería repleta, con un juego que no acaba de conectar con la grada y sin apenas tiempo para lamerse de las heridas de la elminación copera se presentan los blancos en Palma acuciados por la necesidad. Tres puntos para dar credibilidad al proyecto madridista o al menos aumentar el crédito casi agotado al que se han visto abocados los merengues tras los últimos acontecimientos que han dinamitado la viciada atmósfera con la que ya se encontró Fabio Capello en Concha Espina. El Real Madrid, sometido al continuo juicio popular en cada una de sus apariciones sobre el césped, precisa un triunfo en su visita al Real Mallorca para no perder la estela del Sevilla y el Fútbol Club Barcelona, que circunstancialmente cuenta con los mismos puntos (35) que los madridistas teniendo en cuenta que los hombres de Rijkaard tienen pendiente un compromiso liguero ante el Betis.
Sin embargo, el valor cuantitativo de los tres puntos en liza en el ONO Estadi tienen también un valor cualitativo para un Madrid necesitado de tranquilizar a todos los estamentos de la entidad que preside Ramón Calderón. Caer en el torneo del KO ha supuesto un revés al mismo tiempo que ha aliviado la agenda del Real Madrid en lo que resta de año, pero también ha incrementado la exigencia en la competición de la regularidad, ya que la necesidad de títulos en el Santiago Bernabéu apremia tras la sequía a la que se han visto abocados los blancos en el último trienio. La nueva versión del conjunto de Fabio Capello tiene ante sí una nueva reválida en la que aspira a consolidar algunos de los valores postivos que ya ha exhibido en pequeñas dosis. Los refuerzos del mercado de invierno han supuesto un soplo de aire fresco para los inquilinos del Bernabéu. Gago ha completado una sala de máquinas en la que no sobra el talento e Higuaín ha dejado constancia de atesorar condiciones para formar en la vanguardia, pero en el camino hacia la renovación varias víctimas ilustres han mermado considerablemente el potencial de la plantilla.
Ramón Calderón y Fabio Capello han echado mano del bisturí para diseccionar un vestuario en el que se ha precipitado el cambio de ciclo. Los últimos galácticos, Ronaldo y Beckham, ya saben donde está la puerta por la que ya se marcharon de diferente manera Figo y Zidane. El inglés no estará en el estadio que le vio debutar en la liga española en la disputa de la Supercopa y probablemente no volverá a enfundarse la elástica blanca, una elástica blanca por la que ya no parece preocuparse el brasileño, pendiente de garantizarse un buen contrato lejos de la liga española ya sea hoy, la semana que viene o en junio. Muy diferente es el caso de un Cassano que no ha convencido desde que llegó. El díscolo delantero italiano, en continua lucha por conseguir un tono físico que le situara a la altura de sus compañeros, se ejercita al margen entre sonrisa y sonrisa mientras en la planta noble del Bernabéu se estudia la mejor salida para todos los implicados en la limpia que se ha puesto en marcha desde que Florentino Pérez dejara la poltrona presidencial.