Jugaba Alemania. Ni más ni menos que una semifinal. Y la ocasión valía la pena. La imagen de la Platja de Palma tomada literalmente por miles de aficionados germanos se ha convertido en una estampa clásica de los años pares, esos en los que Mundial o Eurocopa hacen del fútbol nexo de unión de los turistas que desde Alemania llegan a Mallorca. No era el único punto caliente. En otras localidades de la isla, como Cala Rajada, también se vivía con pasión el choque ante Italia. Los anfitriones, grandes favoritos para alcanzar su cuarta corona universal, contaron con el apoyo de sus incondicionales, aunque hubo algún seguidor «azzurri» que se coló en la fiesta de la cerveza, el exceso y el balompié. El equilibrio del partido, las alturas en las que se encuentra la Copa del Mundo y el peligro de ambos rivales hacían que cada jugada se viviera con pasión, con inquietud cuando eran los italianos los que atacaban. Las ocasiones germanas provocaban un posible estallido de euforia, pero no llegaba el ansiado gol. Algunos se deseperaban, otros no lo querían ni mirar, pero la mayoría no cesaba en sus cánticos de apoyo a la selección alemana. En la prórroga, poste italiano y susto monumental. No iba a ser fácil, pero el ímpetu era el mismo, aunque algunos, con el paso de las cervezas, ya apenas podían animar a Alemania.
Las fuerzas de seguridad acordonaron la primera línea de al Platja de Palma y estuvieron pendientes en todo momento de cualquier tipo de incidencia ajena al choque. Y entre tanto, otro palo de Italia. El miedo se apoderaba de los germanos, algunos de los cuales abandonaban el recinto al borde del ataque de nervios. Se veían dominados en la prórroga por Italia y peligraba el Mundial. Hasta que dos tantos en la recta final del tiempo añadido acabaron con el sueño germano y provocaron una decepción mayúscula. Alemania se quedaba fuera y las lágrimas se dejaban ver entre algunos de los aficionados. La fiesta se mudaba hacia Italia vía Mallorca, donde se sintió la eliminación como en pocos lugares.