Fernando Fernández
Las vidas del Real Mallorca y el Lluís Sitjar se separan de manera prácticamente defitiniva después de más de seis décadas de convivencia que han hecho que la historia de ambos no pueda entenderse sin una referencia mútua. El legendario estadio de la Plaça Barcelona, escenario del litigio entre la SAD balear y la Asociación de Copropietarios en los tiempos recientes, además de refugio del filial y el juvenil rojillos, dejará de ser su hogar para dar paso a la Ciudad Deportiva Antonio Asensio, con lo que es Fortí perderá su cartel de recinto deportivo y dará otro paso al frente hacia su jubilación definitiva.
Los planes del Mallorca pasan por concentrar su fútbol base en Son Bibiloni, y sus dos exponentes -Mallorca B y División de Honor Juvenil- serán los últimos en aterrizar en la carretera de Sóller. Así, las gradas del Sitjar dejarán de ver rodar el balón, de celebrar goles y concentrar a los buenos mallorquinistas que daban color a unas tribunas cada vez más anquilosadas en el pasado, testigos mudos de algunos de los momentos más brillantes de los noventa años de vida del club.
En plena postguerra, el Mallorca intentaba asomar la cabeza en el delicado espectro del balompié español. Corrían malos tiempos, pero el club crecía deportivamente y alcanzaba la Segunda División. Bons Aires se quedaba pequeño y la entidad hizo suya una opción de compra sobre es Fortí, y la finca de Sa Sini d'en Gili, en una zona próxima al velódromo del Tirador. El por entonces presidente, Lluís Sitjar, emitió de salida 400 títulos de propiedad, que ante la falta de respuesta acabaron siendo los 666 actuales. El 22 de septiembre de 1945 se inauguraba Es Fortí, un estadio con una capacidad para quince mil espectadores y un terreno de juego con dimensiones de 100 por 67 metros. Al día siguiente, el Mallorca estrenaba su nuevo hogar con una goleada sobre el Jerez (3-0), siendo Sanz el autor del primer gol en un estadio que diez años después adquiriría el nombre de su gran promotor, Lluís Sitjar (1955).
Tras ello, arrancaría la primera edad dorada. Tanto que hasta Alfredo Di Stefano se vistió de bermellón en la inauguración de la nueva iluminación artificial. Era el 8 de agosto de 1959 y el Mallorca era de Primera. Semanas atrás, los héroes de Vallejo hicieron realidad el sueño y el Sitjar se codeaba con la élite. Lo hizo por primera vez el 18 de septiembre de 1960, cuando el Mallorca venció por 2-1 al Rácing y Joan Forteza se convertía en el autor del primer gol rojillo en la máxima categoría.
Reformas
Desde entonces, fue testigo el vetusto Es Fortí de ascensos, descensos, del inicio de las obras de su tribuna superior -temporada 65/66-, de la peor crisis que recuerda la institución. Corrían los 70 y tuvo que llegar Miquel Contestí para rescatar a un Mallorca en coma y hacer que la temporada 78/79 fuera la mejor de toda su historia como local. No perdió ningún partido y fue campeón de Tercera. Empezaba una escalada sin límite, sólo el fijado por el meteórico retorno a Primera (82/83). Fue en el Bernabéu, pero pudo haberse convertido en realidad en Ciutat si no se hubiera perdido inesperadamente ante el Cádiz (1-2).
La temporada siguiente, llegó Maradona, marcó y el Mallorca bajó. Y más tarde, un golpe bajo con otro descenso. En casa y en la promoción ante el Oviedo. Un año después (88/89), la suerte cambió de bando y los goles de Nadal y Vidal hacían rugir al Lluís Sitjar, devolviendo al Mallorca a Primera. El 23 de junio de 1991, la historia daba una primera oportunidad a los hombres de Serra Ferrer, que ante un Sitjar abarrotado, tumbaban al Sporting y accedían por primera vez a la final de la Copa del Rey. Llegó la era de las SAD y con ella, los agujeros en las tribunas y una larga travesía por el desierto de Segunda. Nadie podía imaginar lo que se avecinaba. Con el ascenso de Vallecas, la fiebre por el fútbol se disparó y el Mallorca alcanzaba cotas insospechadas. Héctor Cúper llevó al equipo a ser líder de Primera, a jugar una final de Copa, a finalizar terceros en la Liga, debutar en Europa con el subcampeonato de la Recopa, tras eliminar al Chelsea en un frenético partido de vuelta de semifinales y en casa, y ganar el primer título en la historia del club, la Supercopa del 98.
Pero el filial también quería ser protagonista antes de la mudanza a Son Moix. En la temporada 97/98, ascendió por primera vez a Segunda A, lo que hizo al feudo mallorquinista ser durante la siguiente campaña el único de todo el país que albergaba partidos de las dos máximas competiciones.
Despedida
El 13 de junio de 1999, el Real Mallorca se despedía oficialmente de su centro de operaciones. Lo hizo noqueando al Celta (2-0), metiéndose en la Champions y en el adiós de Cúper. El Sitjar cerraba sus puertas al primer equipo, para una semana después vivir en primera persona el descenso a Segunda B del filial y ser su casa hasta hace apenas unos días, cuando el Orihuela frenaba sus ansias por volver a ser de bronce. Ahora, su futuro es una incógnita. Perdidos parte de los 666 títulos de propiedad, el pulso entre Mallorca y copropietarios sigue presente. La subasta o la división de la cosa común han sido posibles alternativas para una instalación imprescindible.