Amador Pons|PARIS
A Rafael Nadal no le gusta estar demasiado tiempo alejado de Mallorca, pero en París comienza a sentirse como en casa. Cuando tiene que viajar a un torneo retrasa al máximo su partida porque sabe que lo más probable es que tenga que quedarse hasta el final, pero con la «Ciudad de la Luz» acostumbra a hacer excepciones. La capital francesa es uno de sus lugares preferidos y además acoge el torneo más importante del mundo sobre tierra batida, Roland Garros. Este año ha estado 20 días entrenando, compitiendo, paseando, disfrutando y cumpliendo con infinidad de compromisos. Casi tres semanas en las que el tenista mallorquín ha ampliado su leyenda con la consecución de su segundo Grand Slam tras doblegar en una gran final al número uno del mundo, Roger Federer. La semana previa al inicio de Roland Garros no fue sencilla. Entre la entrega del Premio Laureus al deportista revelación y la disputa del Torneo Illes Balears apenas pudo entrenar y decidió trasladarse a París el jueves para comenzar a practicar en las instalaciones de la Porte d'Auteuil y aclimatarse a las nuevas pelotas. Rafael Nadal no pudo concentrarse exclusivamente en el torneo porque comenzaron a lloverle compromisos publicitarios (con Nike en los Campos Elíseos, por ejemplo) e infinidad de peticiones de entrevistas (especialmente de medios franceses y extranjeros que ya había llegado a Francia).
La organización de Roland Garros hizo que el torneo comenzara este año un día antes (el domingo 28 de mayo), pero Rafael Nadal no debutó hasta el lunes 29. Su estreno fue en la pista central, ante Robin Soderling. El mallorquín firmó una victoria cómoda, aunque sus sensaciones en la pista no habían sido demasiado positivas. La competición había empezado un día antes, pero el balear no iba a tener que jugar la segunda ronda hasta el jueves. Fueron tres días complicados, porque hacía frío y llovía constantemente. Tanto, que incluso su encuentro ante Kevin Kim se tuvo que posponer hasta el viernes 2 de junio, debido a que en la jornada del jueves no se pudo jugar.
El día 3 de junio, el día de su cumpleaños, Rafael Nadal tuvo que afrontar uno de los duelos más complicados de este Roland Garros, frente al francés Paul-Henri Mathieu. Fue un gran partido, que además sirvió para que el mallorquín cogiera mucha confianza. Cuando el lunes 5 de junio salió a la pista para medirse contra Lleyton Hewitt era consciente de que si pasaba ese partido tenía muchas opciones de estar en la final. Ganó al australiano por primera vez en su carrera y se metió en los cuartos de final. Rafael Nadal llevaba muchas horas en la pista, pero muchas más de entrevistas y compromisos. Su entorno decide bajar el ritmo porque llega la recta final del torneo y el jugador balear estaba dando muestras de cansancio. La noche que gana a Hewitt le cuesta conciliar el sueño, pero cuando se levanta (pasada la una del mediodía) ya se sabe finalista.