Tolo Jaume|PARIS
La reconquista de París está un poco más cerca para Rafael Nadal después de que ayer tumbara a Novak Djokovic en un partido que terminó en los albores del tercer set por los problemas físicos del tenista serbio, que acusó el esfuerzo de jornadas anteriores y el castigo al que le sometió el mallorquín durante las casi dos de partido. El vigente campeón dominó las dos primeras mangas por un doble 6-4 y se planta así en las semifinales destilando sensaciones positivas con su juego.
Muy pronto pareció empezar a sacar de la pista Nadal a Djokovic. El mallorquín rompió el poderoso servicio de su rival en las dos primeras ocasiones que tuvo y lo hizo sacando provecho del cúmulo de errores del serbio, que sin embargo acertó a apoderarse de un break en el segundo juego del partido. Con la ventaja adquirida el mallorquín se fue asentando en la pista y empezaba a sacar de sus casillas a una de las revelaciones del segundo grande de la temporada. Djokovic estaba dando profundidad a su derecha, pero ni sacando a relucir lo mejor de su repertorio podía resquebrajar el juego del manacorí, que se hizo acreedor de varios gestos de reconocimiento de su adversario.
A partir de ahí cada uno acertó a mantener su servicio a pesar de que el serbio acumulaba más problemas para conseguir su objetivo. Los intercambios largos caían casi siempre del lado del mallorquín, que sólo cedía puntos cuando Djokovic conectaba los golpes que le catapultaron durante los diez primeros días a hacerse con el cartel de revelación del torneo, donde ha alcanzado unos más que meritorios cuartos de final y donde ha acumulado elogios por las condiciones demostradas.
El guión
El segundo set arrancó con un guión prácticamente idéndico al primero. Bajo estas coordenadas Nadal volvió a romper el servicio de su adversario, que cedió una doble falta y se equivocó en dos contradejadas después de haber disfrutado de una ventaja. El mallorquín consolidó el quiebre manteniendo su saque con autoridad y en el siguiente juego acabó de desquiciar a Djokovic rompiéndole el saque en blanco. El 0-3 fue el detonante para que el serbio reclamara las atenciones del fisioterapeuta por problemas en la zona lumbar que en cualquier caso no le impedían servir a 200 kilómetros por hora.
La pausa descentró en cierta medida al número dos del mundo, que terminó apuntándose la segunda manga sin concesiones ni a su rival, ni a la grada, que aplaudió alguna de las pocas dejadas que le salieron a un Djokovic que empezaba caminar algo renqueante. El mallorquín cedió su servicio, pero mantuvo se renta con autoridad y en ningún momento vio peligrar una victoria en la que, como siempre, creyó desde el inicio del encuentro. Con dos sets a favor del manacorí llegó el desenlace sin que se llegara a finalizar el primer juego del tercer set. El jugador serbio se resistía a abandonar su mejor participación en Roland Garros, pero el esfuerzo al golpear un revés provocó que su espalda dijera basta. Djokovic, que había iniciado la tercera manga con el servicio, no podía más y se despidió de la Rafael Nadal ofreciéndole explicaciones para posteriormente decir adiós a la Philippe Chatrier mostrando sus disculpas.
Nadal, que rebaja así el número de horas que ha estado sobre la pista en los compromisos precedentes, prolonga su racha de victorias consecutivas sobre tierra batida y también en Roland Garros, donde sigue sin conocer la derrota desde su debut en la gran cita francesa la pasada temporada.
Pulverizado el récord del argentino Guillermo Vilas parece que la nueva cifra se situará al alcance de muy pocos, ya que el mallorquín sigue mostrando una gran solidez en su juego y un gran aplomo en los momentos más delicados del partido. Un aplomo que en buena medida es el culpable de que ningún jugador más joven que él haya podido doblegarle en sus enfrentamientos en el circuito ATP. Nadal ya está en semifinales y la hazaña de conquistar su segunda Copa de los Mosqueteros se acerca. Ljubicic le espera. Es el último obstáculo que le separa de la gran final.