Gregorio Manzano ya ha hecho el balance de la temporada. El técnico jienense, que encabezó la vuelta al trabajo de la plantilla del Mallorca, aprovechó la falta de tensión de la semana para pasar revista a los catorce partidos que ha dirigido desde su llegada y desgranar las claves de la salvación. El de Bailén, que sigue atribuyendo al vestuario todo el mérito de que el club siga en Primera, cree que hay que saborear lo conseguido antes de ponerse a pensar en el próximo proyecto, ya que eso acarrea un inevitable periodo de reflexión en el que tendrá que participar todo el entorno. Aunque la temporada para los isleños no concluirá oficialmente hasta el próximo día 19 -juega el sábado ante el Zaragoza y seguirá entrenando la semana que viene-, la plantilla balear disfruta de las últimas horas del curso sin la presión con la que llevaba tanto tiempo viajando y tratará de culminar su gran segunda vuelta con un triunfo ante el Zaragoza que maquillaría aún más su situación en la tabla. Con esa intención, jugadores y cuerpo técnico regresaron ayer a la ciudad deportiva de Son Bibiloni y completaron el primer entrenamiento de la semana, que se llevó a cabo entre un ambiente totalmente distendido. Después, Manzano se subió a la tribuna de oradores y analizó junto a los periodistas la marcha de su formación después de agradecer la colaboración de todos los que han intervenido en su trayectoria. Y no se dejó a nadie: «No quisiera olvidarme tampoco de Héctor Cúper, ni de todo su equipo técnico porque ya dije en su momento que había que tener en cuenta los 19 puntos que se sumaron con él, porque unidos a los 21 que hemos logrado ha hecho posible la permanencia», destacó.
El entrenador bermellón radiografió el camino de sus jugadores de forma cronológica y aseguró que la herencia de su predecesor se acabó convirtiendo en su propio punto de partida: «Cuando llegué había un principio de análisis del equipo y las reuniones que mantuve con los que quedaron del cuerpo técnico, que me hicieron una valoración del trabajo realizado hasta ese momento. A partir de ahí, la conclusión fue muy firme, había que equilibrar al equipo en ataque y en defensa. Lo primero era darle a nuestro nivel defensivo un rigor y a partir de ahí ir elevando nuestro nivel futbolístico. El referente del éxito ha sido el trabajo defensivo de todo el colectivo, que ha hecho del Mallorca un equipo muy difícil de batir. Ahí se ha sustentado ese exito global».
Manzano comparó estos catorce últimos partidos con una obra pictórica que se inició en La Rosaleda: «La primera pincelada de este cuadro tan bonito fueron aquellos dos partidos. Ganarle al Málaga supuso hundirlos a ellos y que nosotros pasáramos por delante. Curiosamente, ya no volvieron a salir y fue un punto de inflexión para ambos. Nos dio alas y con una semana de trabajo muy bonita se le ganó después al Madrid y ya no sólo por un aspecto deportivo, sino también mental porque el equipo creía firmemente en nuestro trabajo. Después ya salimos de esa zona oscura de la clasificación y empezamos a rodar», apuntó. El técnico añadió que «cuando arrancamos el motor ya no ha parado y hemos dejado de vivir con esa angustia. Quisimos mandar un mensaje a los jugadores y lo captaron muy bien. Venía a decir que nosotros teníamos que correr más que la presión para que no nos alcanzara y de hecho, no nos alcanzó».