Sus ojos rasgados dejan Son Bibiloni. Yoshito Okubo (Fukuoka, 1982) firmará el próximo sábado ante el Real Zaragoza su finiquito como jugador del Mallorca. Apenas un año y medio después de su llegada, uno de los futbolistas más mediáticos en la historia del club, siempre rodeado por un séquito de periodistas, cierra su aventura europea. De hecho, su vinculación con la SAD balear concluyó oficiosamente el pasado 30 de abril. Desde entonces, su etapa ya tenía fecha de caducidad. Ese era el día fijado en el acuerdo de cesión con el Cerezo Osaka para que la entidad isleña hiciera efectiva la opción de compra, que no ejecutó. La incertidumbre por el futuro deportivo del equipo -que entonces merodeaba las posiciones de descenso- y el elevado desembolso económico -cerca de 2'2 millones de euros- frenaron la operación. El próximo sábado ante el Zaragoza, si Manzano le convoca -no ha entrado en la lista en los dos últimos encuentros- Okubo tendrá la oportunidad de despedirse vestido de corto sobre el mismo escenario en el que encendió la mecha de la Okubomanía aquel 9 de enero de 2005 ante el Deportivo (2-2) cuando su endiablada velocidad desquició a la zaga coruñesa y le otorgó al Mallorca un punto a la postre fundamental para sellar la permanencia en la máxima categoría.
Okubo -Yoshi como le conoce el vestuario- firmará una tarjeta discreta con un total de 38 partidos (16 como titular) y cinco goles. Llegó como un fichaje exótico. Rodeado por un séquito mediático sin precedentes, necesitó cinco meses y la confianza de Cúper para explotar todo su talento. Superado el periodo de adaptación, Okubo se doctoró en el tramo final de la pasada campaña. Sobre todo en Riazor en la penúltima jornada del campeonato, cuando puso la guinda a su extraordinaria actuación con el 0-3, un triunfo que le permitió al Mallorca depender de sí mismo en la última cita del torneo para amarrar la categoría, después de protagonizar una recuperación milagrosa.
El primer japonés en la historia del Mallorca aterrizó en la Isla en diciembre. Cedido hasta final de temporada por el Cerezo Osaka, Okubo llegó dispuesto a voltear la tradición y a convertirse en el primer futbolista asiático en acaparar protagonismo en la Liga española por su fútbol y no por la cantidad de periodistas que le siguen. Su irrupción fue espectacular. El 9 de enero, precisamente ante el Deportivo, Okubo alzó la voz en Son Moix. Dio un gol y marcó otro. Y todo ello a pesar de jugar prácticamente todo el partido con un enorme agujero por encima de su rodilla derecha después de recibir una brutal entrada de César. Esa lesión le apartó de repente del escaparate, aunque se recuperó antes de lo previsto para cumplir su sueño y debutar en el Bernabéu. Después, al inicio de la segunda vuelta, Cúper le dio tres partidos consecutivos como titular, tres choques ante Getafe, Málaga y Albacete en los que apenas mostró destellos. La barrera idiomática -su traductor Moisés no se ha separado de él ni en los entrenamientos- seguía siendo un obstáculo insalvable.