La grada de Son Moix encajó ayer uno de los golpes más dolorosos de los últimos tiempos. La afición rojilla sigue respondiendo y acude en masa a cada una de las llamadas de auxilio de la entidad, pero lleva ya mucho tiempo sin recibir buenas noticias y su ilusión empieza a apagarse. Ayer acumuló otros noventa minutos en blanco -el Mallorca lleva 344 sin marcar en Son Moix- y salió del estadio mucho más preocupada de lo que estaba al principio. La hinchada balear, que lleva mucho tiempo preparándose para lo que se avecina, se teme un final de curso calcado al de 2005, aunque esta ocasión el optimismo empieza a evaporarse.
Las peñas volvieron a movilizarse para la ocasión y convirtieron los prolegómenos del encuentro en una fiesta rojinegra en la que se repartieron más de cinco mil helados y tres mil quinientas ensaimadas. Ya dentro del campo, la entrada volvió a ser más que aceptable, pero ese ambiente de final se fue diluyendo por el pésimo juego de ambos en el primer tiempo y acabó de forma lamentable.
El partido fue seguido desde el palco por el entrenador del PSV Eindhoven y nuevo seleccionador de Rusia, Guus Hiddink, que se encuentra en la Isla para preparar con su equipo la final de la Copa de Holanda.