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Liga de Campeones

Ronaldinho lanza al Barça hacia la final de París

El delantero brasileño se erige en el artífice de la última machada de los de Rijkaard

El delantero brasileño del Barça, Ronaldinho, trata de eludir el marcaje de Gattuso, ayer, en San Siro.

Milán 0
Barcelona 1

AC MILÀN: Dida, Stam, Kaladze, Nesta, Serginho, Pirlo, Gattuso, Seedorf, Kaká, Gilardino y Shevchenko.
Cambios: Maldini por Pirlo; Cafu por Stam y Ambrosini por Gattuso.

BARCELONA: Víctor Valdés, Oleguer, Puyol, Márquez, Van Bronckhorst, Edmilson, Van Bommel, Iniesta, Giuly, Ronaldinho y Etoo.
Cambios: Belletti por Giuly; Motta por Oleguer y Maxi López por Ronaldinho.

Arbitro: Alain Sars. Amonestó con cartulina amarilla a Puyol y Oleguer.

Gol:
0-1, min.58 Giuly.

Javier Giraldo|MILÀN

El Barcelona se impuso al Milán en el majestuoso San Siro gracias a un gol de Giuly y al repertorio de su gran estrella, Ronaldinho, encargado de sacar brillo a un partido llamado a ser un duelo farragoso y táctico y resuelto en una brillante acción del brasileño culminada por el francés de la mejor manera. Se esperaba al mejor Ronaldinho en Milán, y el Balón de Oro respondió a la exigencia del rival, del estadio y de la competición con una actuación decisiva. Supo escapar del tono general del choque entre dos equipos con demasiado respeto para lanzar al Barcelona hacia la final de París doce años después de su última final, precisamente ante el Milán en Atenas (4-0).

Más allá de su figura, el Barcelona se trabajó un triunfo de prestigio (el Milan no caía en San Siro en competición europea desde el 9 de diciembre de 2003 frente al Celta) firmando un partido muy serio y emitiendo señales de equipo maduro. Mantuvo el tipo cuando el Milán apretó, manejó el balón con criterio y supo imprimir velocidad al juego cuando el choque lo pidió para cerrarlo con toda la calma del mundo, jugando con la pelota para desesperación del Milán.

De la importancia de la victoria azulgrana habla el potencial del conjunto italiano, un equipo práctico por naturaleza que apenas necesitó diez minutos para poner en apuros a Valdés. Hasta ese momento se había limitado a resguardarse, invitando incluso al Barcelona a mover la pelota de una lado a otro, siempre en horizontal y con cierta comodidad, pero en un saque de banda inofensivo, el balón llegó a pies de Gilardino y acabó estrellándose en el palo derecho del Barca.

Sin tiempo para recuperarse del susto, Valdés se vio frente a frente con Shevchenko, que remató de primeras una pelota templada por Seedorf al área barcelonista a las manos del portero.

Falto de referentes, el Barcelona acudió a Ronaldinho. Nadie como el brasileño para tener la pelota y amedrentar al rival. Stam no le dejó respirar, Gattuso se pegó a él y Nesta basculaba una y otra vez para frenarle, y entre los tres asfixiaban su creatividad. Caído como siempre a la banda izquierda, no encontraba su sitio el 10 azulgrana.

Entre un Barcelona temeroso, incapaz de hacerse con el mando del partido, sobresalió el toque sutil de Andrés Iniesta. Al pequeño jugador barcelonista le costó enchu- farse, pero cuando lo hizo, desplegó un fútbol suave ante los mordiscos del pegajoso Gattuso y la presión de un irregular Seedorf. Movió el balón con sutileza, se hizo valer y se atrevió incluso a robar balones decisivos en un escenario de primer nivel que descubrió a un futbolista tan pequeño como elegante.

Fue el propio Iniesta quien sirvió a la media hora de juego un balón entre Nesta y Kaladze para la carrera de Giuly, pero al francés le falló el sprint cuando enfilaba hacia un mano a mano con el brasileño Dida y el meta milanista atrapó el balón. De Ludovic Giuly no hubo más noticias hasta la segunda parte, cuando apareció para sentenciar, pero cuando el Barça se dio cuenta de que la defensa del Milan también presenta vías de agua, empezó a sacudirse el dominio del encuentro.

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