Fernando Fernández / Carlos Montes de Oca
Con su habitual olfato para las buenas historias y para la
taquilla, Steven Spielberg recrea en la película Munich, que se
estrenó el pasado viernes, el significado de la masacre terrorista
ocurrida en la madrugada del 5 de septiembre de 1972. Ese día, once
integrantes del equipo olímpico de Israel, cinco de los ocho
asaltantes del comando palestino y un oficial de la policía
alemana, dejaron de respirar en el primer gran atentado de un grupo
terrorista árabe en Occidente. La tragedía sería vista en todo el
mundo a través de la televisión.
Aquellos sucesos de Múnich que conmovieron al mundo le tocan muy de cerca a Damià Cerdà Mayrata (Pollença, 1940), uno de los dos deportistas baleares -el otro es el baloncestista Rafael Rullán- que participaron en aquella cita olímpica. Integrante del equipo español en la modalidad de pistola de velocidad, Cerdà estaba a muy pocos metros de donde sucedió todo.
Considerado el maestro de Joan Seguí, el mallorquín con más presencias en unos Juegos con cinco apariciones (Montreal, Moscú, Los Àngeles, Seúl y Barcelona), Cerdà relata a Ultima Hora sus recuerdos por la tragedia, por la incertidumbre de su destino durante los «treinta minutos» que estuvo encañonado por la Policía alemana «al ser confundido con un terrorista, ya que en verano, por naturaleza, suelo tener un color de piel bastante moreno, y eso les pudo llevar a error»; y por la tristeza de ver cómo mataban a un «amigo mío», al entrenador rumano que dirigía a los israelíes y con el que compartió una estrecha amistad con el tiro olímpico como nexo de unión. «Tenía muy buena relación con él y me lo encontré muerto, colgado en la alambrada. Esa imagen no se me olvidará nunca», admite el deportista de origen pollencí.