El campeón del mundo de 25 kilómetros en aguas abiertas, David Meca, afrontará a principios de enero, en un principio el día 3, pero dependerá de las condiciones climatológicas, el reto de unir a nado la Península Ibérica y Balears, un desafío que, de lograrlo, «le haría el hombre más feliz del mundo y podría al día siguiente colgar el bañador y retirarme como deportista». Después de atacar retos a lo largo de su carrera como el de cruzar el Estrecho de Gibraltar, el Canal de la Mancha, o la bahía de San Francisco desde Alcatraz, ir de Tenerife a Gran Canaria o el frío Lago Ness, Meca ha dado un giro de tuerca más en busca de una aventura que «significa todo un sueño y el trabajo de muchos». «El llegar nadando a Balears es un sueño que desde bien pequeñito tenía en mente. Ganar 28 Copas del Mundo, oír el himno nacional es una cosa bonita, pero intentar un reto de esta magnitud me hace muy feliz. Si se consigue voy a ser el hombre más feliz del mundo, tanto que podría al día siguiente colgar el bañador y retirarme como deportista», afirmó el catalán hoy en la presentación del Reto Polaris, como se llama el desafío, aunque puntualizando más tarde que «todavía creo que me quedan un par de años, estoy mejor que nunca y no creo que cuelgue el bañador porque ahora estoy disfrutando de todo desde arriba».
El nadador catalán lleva planificando este «sueño», como él no duda en considerarlo, desde hace dos años y tendrá su punto de arranque en la localidad alicantina de Jávea y la llegada en el municipio ibicenco de Sant Antoni de Portmany. De esta manera, cubrirá una distancia aproximada de 110 kilómetros, algo que ningún ser humano ha conseguido hasta ahora, aunque no han faltado los intentos, ya que su reto más largo fueron los aproximadamente 90 kilómetros entre Tenerife y Gran Canaria y para lo que necesitaría estar en el agua más de 30 horas y dar más de un millón de brazadas. «Ese día y medio va a ser duro porque van a venir esos pensamientos de dolor, la oscuridad, que no me gusta mucho, las medusas», subrayó.Meca ha seguido para ello un duro programa de entrenamiento con entre 6 y 8 horas de natación al día, más o menos unos 25 kilómetros, y además ha ganado unos ocho kilos de peso que «serán su protección para el frío y que perderé cuando llegue a Sant Antoni», ya que apenas tomará líquido durante esas casi 30 horas de nado. El nadador de largas distancias reconoció que este reto le va a «aportar mucho más que una medalla. Ser campeón del mundo era también un sueño que tenía de pequeño, pero esto va a darme más que una medalla», aseguró mostrando el oro logrado el pasado verano en Montreal.