J. García-Ochoa|SHANGAI
Fernando Alonso puso el broche de oro a la temporada al lograr la
victoria, su séptima, en el Gran Premio de China y dar de paso el
título del mundo de constructores a Renault, primero que consigue
la casa francesa. Fernando Alonso, que había conquistado el
campeonato del mundo hace dos carreras en Brasil, dominó la carrera
desde la primera hasta la última de las 56 vueltas de que ha constó
la prueba y no dejó la más mínima sombra de duda sobre su título,
ya que ha logrado las mismas victoria que el finlandés Kimi
Raikkonen (McLaren-Mercedes), las mismas «poles», seis, y además ha
terminado dieciséis carreras el podio, de las diecinueve del
calendario.
En este Gran Premio de China que puso punto final al mundial Fernando Alonso sólo dejó la vuelta rápida en carrera a su rival Kimi Raikkonen, que logró en su último giro, en un intento vano de acercase al español, que cruzó la línea de meta con cuatro segundos de ventaja. No se puede decir precisamente que el desarrollo de la carrera, pródiga en incidentes desde antes de iniciarse, con una colisión entre el alemán Michael Schumacher (Ferrari) y el holandés Cristijan Albers (Minardi) cuando se dirigían a su puesto en la parrilla de salida, favoreciera al piloto español, ya que las dos neutralizaciones le hicieron perder toda la ventaja que estaba acumulando.
La primera de ellas llegó en la vuelta 19, cuando se levantó la rejilla de un desagüe al borde de la pista, que provocó el deterioro de la rueda delantera derecha del coche del colombiano Juan Pablo Montoya (McLaren-Mercedes) y su posterior abandono por la rotura de la suspensión cuando era cuarto, tras Alonso, el italiano Giancarlo Fisichella (Renault) y Raikkonen. En el momento de la neutralización Alonso contaba con 19 segundos de ventaja sobre Fisichella y diecisiete sobre Raikkonen, que quedaron anulados por la salida a pista del coche de seguridad, momento que aprovecharon todos para repostar.