Le tiene la medida tomada a la carrera, pero la experiencia que acumula en sus piernas le hace ser muy cauto. «Falta una etapa y hasta que esto no acabe puede pasar de todo. He ido de menos a más, pero todavía no hay nada hecho», explicaba Malcolm Elliott al poco tiempo de cruzar de nuevo con los brazos en alto la línea de meta. Esta vez en el Port de Sóller y con el maillot amarillo de nuevo sobre sus espaldas. Éste y los de la regularidad, metas volantes y sprints especiales. Va camino de reeditar la gesta de la pasada entrega de la Semana y hacerse con el Gran Premio, pero el británico se muestra cauto.
«Los rivales van muy bien, pero yo me voy encontrando a gusto. La última etapa va a ser llana y en principio se adapta a mis características, pero habrá que estar atentos a todos los movimientos del grupo», admitía el ex corredor del Teka, Seur o Fagor, entre otros conjuntos profesionales, que le hicieron a principios de los noventa darse a conocer en nuestro país y obtener triunfos de prestigio, como la general por puntos de la Vuelta a España (1989), de cuyas llegadas fue un animador.
A Elliott le encanta Mallorca. «Es el mejor lugar para rodar», comenta, y se deshace en elogios hacia esta prueba, pues en ella «los veteranos demostramos que tenemos las mismas ganas que los profesionales y por ello no me aventuro a afirmar que he ganado, ni mucho menos». Su progresión con el paso de las etapas se debe a que Elliott ha mejorado «en la montaña». Con 149 victorias en su amplio currículo y un enorme carisma entre los aficionados de su país. Pero también resalta «la gran tradición ciclista de España, un país que conozco bien. En esta carrera me he dado cuenta y veo que iniciativas así sirven para promocionar lugares como Mallorca, con un enorme potencial deportivo y turístico».