Dos décadas de vida a sus espaldas no han podido con una de las grandes clásicas del calendario cicloturista nacional. La vigésima edición de la marcha Volta a Espanya sirvió para demostar varias cosas. La primera, que el cicloturismo goza de una enorme tradición y tirón entre los aficionados al deporte del pedal. Otra, que la Volta a Espanya resulta ineludible a estas alturas del año, y siempre que la climatología la respete. Y la más importante, que su inscripción no toca techo. Tanto que en esta entrega, la iniciativa que un día puso en marcha el ex profesional Joan Gomila ha pulverizado todos sus registros hasta alcanzar una cifra de 403 cicloturistas inscritos. Los números hablan por sí solos y fija una nueva cota dentro del cicloturismo en las Islas.
Tanto que de cara la próxima edición de la Volta a Espanya, el Grupo Deportivo Gomila, organizador de la misma, impondrá una serie de dorsales conmemorativos y fijará una cifra tope en la inscripción, que limitará a un máximo de quinientos corredores, una aspiración a la que se pretende llegar viendo las perspectivas que ha generado este evento entre los cicloturistas de la Isla, pero también entre los numerosos turistas que incorporan a su equipaje la bicicleta o llegan hasta Mallorca dispuestos a disfrutar de sus paisajes desde la panorámica que ofrecen las dos ruedas de su máquina.
La Volta a Espanya, cita puntuable para la Challenge Illes Balears de Cicloturisme, discurrió sobre el habitual trazado. Binissalem volvió a ser el punto de encuentro para el gran grupo, que tomó el camino que les condujo hasta Muro y Sa Pobla, para en Pollença encarar la primera gran tachuela que el recorrido les reservaba. Ni más ni menos que el Tomir, cuyas rampas empezaron a realizar la primera selección. La ascensión fue libre, siempre bajo el control de la Guardia Civil y respetando el carril derecho.