Ya es una cita clásica para el pelotón ciclista mallorquín acudir en una especie de peregrinación hasta la cima del Puig Major. 1437 metros sobre el nivel del mar, 6,9 kilómetros con rampas de hasta el 16% de desnivel y un asfalto plagado de trampas en forma de pedruscos desprendidos por la dureza del clima en esas alturas. Cuando se atraviesa la barrera de la Base EVA 7, se entra en otro mundo. Un Mont Ventoux a pequeña escala capaz de fatigar hasta a los profesionales.
La cuarta edición de la Marxa Trencagarrons, una quimera convertida en una grande del cicloturismo de la mano de Lluís Julve, cobró forma con un día magnífico como testigo de la partida de cerca de 300 ciclistas desde el Port d'Alcúdia. Miquel Llompart, regidor de Turisme del consistorio alcudienc les despedía en el gran día de Miquel Mas. Ayer hacía 40 años desde que conquistó su único título mundial y el de Manacor lució el dorsal número uno como recompensa.
No fue el único veterano ilustre. Joan Gelabert, Tolo Quetglas, Jaume Riera, Miquel Rosselló u otros iniciaron una larga singladura con la ascensión al Tomir como primera piedra de toque. Eran 139 kilómetros para dosificarse, pues era a partir del 54,5 cuando empezaba lo bueno. Toni Tauler se unió a la cabeza del pelotón antes del cruce de sa Calobra e imprimió un buen ritmo de cara a la subida al Puig Major, el techo de la Isla. Pere Palou fue quien mejor lo aprovechó. El joven corredor del Comunitat Valenciana firmó un promedio de 16,57 kilómetros por hora, con un tiempo de 25:35. Desde ese momento, un amplio rosario de ciclistas agotados, extenuados. Desarrollos al máximo, cuanto más piñones mejor. Y los platos, poco dentados para hacer frente a un perfil con forma de pared en su ecuador.