Amador Pons (Londres)
Mientras crece la Nadalmanía en Londres y la prensa francesa
comienza a calentar el duelo ante Gasquet (sería su rival en
tercera ronda), Rafael Nadal encara su partido ante Gilles Muller
con la sensación de haber solventado su primer escollo con una nota
muy alta. El tenista mallorquín ha reinventado su tenis para
hacerlo peligroso sobre el pasto. Terminó su duelo ante Vincent
Spadea tremendamente satisfecho, sabiendo que sus golpes también
son efectivos en hierba. A su rival de hoy le conoce perfectamente.
Le ha ganado en los dos encuentros que han disputado hasta el
momento y en Wimbledon también partirá con el cartel de
favorito.
Viendo entrenar a Roger Federer, Rafael Nadal decidió apenas unas horas antes de que comenzara su participación en Wimbledon que no iba a cambiar demasiado su juego. No quería desnaturalizarse, así que optó por seguir golpeando liftado. No son los golpes tan exagerados que lanzaba en Roland Garros, pero son unos tiros que le permiten sentirse mucho más seguro. Tan seguro que en el partido de primera ronda sólo cometió ocho errores no forzados, lo que puede considerarse un récord en un partido sobre hierba. La modificación más notable se produjo en el servicio. El mallorquín apostó por un primer saque potente, que en ocasiones iba variando con un saque cortado, especialmente cuando sacaba al lado de las ventajas para aprovechar su condición de zurdo.
Rafael Nadal se sintió muy cómodo porque su rival jugaba desde el fondo de la pista, igual que lo va a hacer hoy Gilles Muller. El luxemburgués es un tenista formado en la Academia de Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal y todavía mantiene un entrenador español, Jordi Campos. Se desenvuelve mejor sobre tierra batida que sobre hierba, aunque en el duelo ante el mallorquín jugado sobre arcilla salió de la pista sonrojado. Nadal le endosó un contundente 6-0 y 6-2 en la primera ronda del Trofeo Conde de Godó y sumó su segundo triunfo ante Muller (el primero fue en el Challenger de Segovia en 2003).