Amador Pons (París)
Se están despertando tantas expectativas que da la impresión que el
futuro del tenis depende del espectáculo que ofrezcan hoy (segundo
turno de la pista central) Rafael Nadal y Roger Federer. Va a ser
mucho más que un partido. Es el duelo soñado por la ATP y por todos
los aficionados al deporte de la raqueta. El fenómeno contra el
número uno. El mejor jugador sobre tierra batida contra el gran
dominador del circuito. Es la final anticipada, un choque que da
pasaporte para luchar el domingo por la Copa de los Mosqueteros. Es
la guerra de las galaxias.
No se había hecho nunca, pero ayer la ATP organizó una sesión fotográfica previa al partido de semifinales. Sólo lo hizo con el Nadal-Federer. El Davydenko-Puerta no parece interesarle a nadie. Pocos, más bien nadie, duda que el vencedor del partido entre Rafael y Roger será el ganador del torneo. Y en el gran duelo, en el partido galáctico, las apuestas están equilibradas. Federer se siente tranquilo, convencido de su dominio. A Nadal sólo le interesa pelear en la pista. Le cede la condición de favorito, pero confía en sus 22 victorias consecutivas, en los cinco torneos que ha ganado este año sobre arcilla.
Miami ha acogido los dos únicos duelos entre Rafael Nadal y Roger Federer. En la segunda ronda del Masters Series de Cayo Vizcaíno 2004, el jugador manacorí aplastó al suizo. Le infringió una de las seis derrotas de la temporada y firmó otra de sus páginas brillantes. El año pasado, ya en la final de Cayo Vizcaíno, Federer pudo reaccionar cuando Nadal había cobrado una clara ventaja. Dominaba el balear por dos sets a cero, pero el suizo se apoderó del encuentro en la quinta manga, cuando Rafael pinchó físicamente.